- EL ESCENARIO ACTUAL Y LOS DESAFÍOS QUE LE PLANTEA A LA OPOSICIÓN
1.1. Está transcurriendo el tercer período de gobierno consecutivo del FA, con mayoría parlamentaria propia. En el departamento de Montevideo, el FA completará en el 2020 treinta años al frente de la IDM. La hegemonía resultante de la mayoría parlamentaria propia se traduce no sólo en la definición unilateral de las políticas públicas, sino también en la posibilidad de uso de los recursos públicos con fines de patronazgo político.
Las instituciones no controladas por el FA y con pretensiones de independencia en su actuación sufren rápidamente las consecuencias de su indocilidad, en términos presupuestales: así les pasó al Poder Judicial, al Tribunal de lo Contencioso Administrativo, al Tribunal de Cuentas y a la Corte Electoral, que fueron ignorados en el Presupuesto Quinquenal del actual gobierno.
1.2. En el plano social, el peso del PIT-CNT y su alto grado de articulación con el gobierno, o por lo menos con algunos de sus sectores, son tan claros como la hegemonía del FA en el plano electoral nacional. En el plano cultural, entendido desde el carnaval hasta la Universidad, existe también desde hace mucho tiempo una clara hegemonía de la izquierda.
1.3. Se ha producido una concentración de poder político, social y cultural sin precedentes en nuestra historia. Conscientes de ello, los dirigentes de ese bloque de poder se proponen ahora reformar la Constitución, de manera de consolidar su hegemonía en el plano institucional. Frente a este panorama, es preciso plantearse la cuestión de cómo debe actuar la oposición política, para enfrentar con posibilidades de éxito al FA.
- COMPORTAMIENTOS ELECTORALES A TENER EN CUENTA
2.1. En el plano nacional, la acumulación de fuerzas de colorados y blancos ya dio resultados significativos: en todas las elecciones presidenciales en las que hubo segunda vuelta, el candidato “tradicional” que disputó esa segunda vuelta, recibió en ella el apoyo de más del 80% de quienes habían votado por el otro partido tradicional en la primera vuelta.
2.2. En el escenario montevideano, el acuerdo entre el Partido Colorado y el Partido Nacional no obtuvo mejores resultados por todas las dificultades que enfrentó el P. de la Concertación, y porque el trabajo político previo a la campaña electoral, y esta misma, fueron muy malos.
2.3. En el plano departamental, al no haber segunda vuelta, es en la primera y única elección donde los votantes de los partidos históricos apoyan al candidato tradicional que parece tener más chances de ganar, sin importar el lema al que pertenezca. Se genera así una dinámica que perjudica seriamente al partido tradicional más débil en el departamento, cuyo electorado se desplaza masivamente al partido tradicional más fuerte, con el objetivo de ganarle la Intendencia al FA. Más allá de las preferencias de cada uno, es así como vota la gente en el Uruguay de hoy. Podemos lamentar ese estado de cosas, o celebrarlo; lo que no se puede hacer es ignorarlo.
- DE LA CONCERTACIÓN A LAS CONCERTACIONES
3.1. En 2012, el CEN del Partido Colorado decidió encarar la situación e inició conversaciones con el Directorio del P. Nacional, que resultaron –a fines de 2013- en el Acuerdo por Montevideo, del que surgió el Partido de la Concertación. Para llegar al acuerdo, el Partido Colorado cumplió estrictamente con todas las disposiciones de su Carta Orgánica. Por exigencia de los nacionalistas, el entendimiento quedó acotado al departamento de Montevideo. Todos coincidimos además en que la vigencia del pacto se limitada a las elecciones de 2015, ya que sería preciso evaluar la experiencia antes de decidir con vistas al próximo ciclo electoral. Así, la Concertación en Montevideo fue, como bien se dijo, una buena idea, mal ejecutada.
3.2. En los departamentos del Interior del país se plantearon distintas situaciones, a partir de un dato común a todos: no habría Partido de la Concertación, como en Montevideo.
En algunos departamentos como Canelones, los partidos históricos fueron a la lucha con sus propios candidatos, sin acuerdos públicos ni ocultos entre ellos. El Frente Amplio retuvo la Intendencia con comodidad.
En Salto y en Rivera, en cambio, los votantes blancos votaron mayoritariamente a los candidatos colorados. Fue así que Marne Osorio resultó reelecto en Rivera y que Germán Coutinho perdió por poco más de mil votos la reelección en Salto.
En muchos de los 12 departamentos donde ganaron los blancos, aunque no en todos, contaron ellos con el apoyo explícito o disimulado de dirigentes colorados, lo cual dio mérito a los procedimientos disciplinarios y la imposición de sanciones por la Convención Nacional.
3.3. Los dirigentes “acuerdistas” del interior invocaron el Acuerdo por Montevideo para justificar su proceder, lo cual no es recibo por varias razones.
El Acuerdo por Montevideo se celebró entre los dos partidos, representados por sus órganos ejecutivos nacionales y actuando en pie de igualdad. Los acuerdos departamentales fueron celebrados por los dirigentes locales que se sentían sin chances de ganar, con candidatos blancos que se consideraban fuertes, violando la Carta Orgánica colorada y en términos muchas veces desconocidos por la opinión pública.
El Acuerdo por Montevideo no repartió cargos, sino que permitió sumar votos en un lema común y nuevo (el Partido de la Concertación), dentro del cual cada colectividad histórica postuló sus propios candidatos a la Intendencia y a la Junta Departamental. Los acuerdos departamentales consistieron en que los colorados votaron al candidato blanco en el lema Partido Nacional (con las excepciones ya señaladas de Rivera y Salto), a cambio de cargos en la Intendencia si ganaba dicho candidato y renunciando de hecho a una representación colorada auténtica en la Junta.
Es claro que el Acuerdo por Montevideo, o “la Concertación de derecho”, como se la llamó, preserva la identidad de cada partido acuerdista, que elige y vota a sus propios candidatos en el marco del lema común. En cambio, las “concertaciones de hecho” que se dieron en varios departamentos erosionan la identidad colorada en cuanto se traducen en el voto por el Partido Nacional y por sus candidatos, a cambio de cargos que hacen que sus titulares a menudo se incorporen al lema de acogida y trabajen para él en el siguiente ciclo electoral.
- LA DIFÍCIL TAREA DE LOS PARTIDOS HISTÓRICOS:
COLABORAR, SIN DEJAR DE COMPETIR
4.1. Es previsible que en la misma medida en que aumente la insatisfacción de la población con el gobierno, aumente la demanda de que la oposición conforme una alternativa tan capaz de ganarle al Frente, como de gobernar en caso de que le toque hacerlo.
4.2. En el plano nacional ya existe el dispositivo que permite que colorados y blancos sumen sus votos en la elección del Presidente de la República: es la segunda vuelta. En la primera vuelta, en cambio, los partidos históricos competirán como siempre lo han hecho, pero es importante que lo hagan sabiendo que tienen por delante una instancia de cooperación. Es preciso mostrarle a la ciudadanía, desde ya, que colorados y blancos somos capaces de acordar y coincidir para controlar al actual gobierno, pero también para preparar y ejecutar una futura gestión de gobierno.
4.3. Es en el plano de las elecciones departamentales donde se presentan las mayores dificultades para el Partido Colorado. Las “concertaciones de hecho” producen una erosión que debilita la identidad partidaria, drena nuestro caudal electoral y empuja a muchos dirigentes locales y departamentales en un viaje sin retorno hacia las posiciones del histórico adversario.
La solución podría estar, obviamente, en la extensión de la “Concertación de derecho” a todos los departamentos del país, pero el Partido Nacional se ha mostrado reacio a aceptar esa posibilidad allí donde siente que no necesita el acuerdo con la dirigencia colorada para ganarle al FA. Parecería más factible, entonces, repetir la Concertación en Montevideo y extenderla a aquellos departamentos donde sólo ella permitiría que hubiera una elección realmente disputada con el FA, como Canelones por ejemplo. No se puede negar, empero, que la extensión de la Concertación de derecho a algunos departamentos, fomentaría la concertación de hecho –con todos sus efectos negativos para nuestro partido– en los restantes. Habrá que evaluar, en su momento, si las ventajas de dicha extensión compensan sus innegables desventajas.
4.4. Es indispensable que el Partido Colorado elabore, con tiempo y con estudio, su política de alianzas para el próximo ciclo electoral. Las realidades políticas no son las mismas en todos los departamentos y habrá que tener en cuenta todos los matices, pero es preciso llegar a una estrategia nacional que evite que el partido se desfibre en varias estrategias departamentales diferentes e inconexas. La discusión deberá culminar en el seno de los órganos partidarios y dentro del marco que establece la Carta Orgánica, cuyas disposiciones en materia de acuerdos electorales eventualmente convendría revisar, en todo caso, antes de que nos acerquemos al comienzo del próximo ciclo electoral.
4.5. Con acuerdos o sin ellos, el Partido Colorado debe fortalecerse y prepararse mejor para las próximas elecciones departamentales. Si empezamos ya, y logramos que la gente lo aprecie, estaremos en mejor posición tanto para buscar acuerdos con otros partidos, como para prescindir de ellos si y donde las circunstancias lo aconsejaran.
Montevideo, 28 de noviembre de 2015.-