Manifestaciones, marchas y piquetes hubo toda la vida (en los malos momentos, al precio de vidas). A veces también gomas quemadas, bancos atravesados en la calle, algún acto de vandalismo, pero en esos casos con cierto (real o fingido) carácter espontáneo, producto del fervor y del coraje/cobardía que inspira la muchedumbre; expresiones de protesta ciudadana que, digamos, se desbordan por circunstancias “de momento”. Distinto es organizarse para imponerse por la fuerza a los demás, con el pretexto de defender mejores derechos propios. Eso es fascismo, o delincuencia común. En esa frontera se mueven los taxistas cuando bloquean las calles para reclamar ora un aumento, ora un subsidio, ora la prohibición de Uber. Los barra brava que salen a romper vidrieras no cabe duda de que son delincuentes comunes. Ni que hablar los pichones de narco del Marconi. ¿Y dónde ubicaría Ud. a los muchachos del SUNCA cuando, conducidos por mi contertulio de los jueves en El Espectador, Oscar Andrade, rodearon el Palacio Legislativo? (Mi estima personal por Andrade crece cada semana, al mismo ritmo que mi desazón política por su convicción en el error). Claro: llegados a ese grado de intolerancia y violencia mal contenida, para hacer carrera solo queda declarar la guerra; y así lo hace el actual secretario general del SUNCA -hasta que Andrade vuelva al rescate- quien, refiriéndose a la próxima negociación salarial de la construcción, adelantó que «nos vamos a dar de bomba con los que se quieren quedar con nuestra plusvalía». Tan rústico como supongo que efectivo entre la claque militante.
COMO EN EL 73
Quienes tenemos memoria del 73, recordamos las barricadas que con autos y ómnibus improvisó la Armada Nacional, bajo el comando del contralmirante Zorrilla, en un intento por resistir la embestida de los generales y brigadieres golpistas en febrero de aquel luctuoso año. El pasado viernes 10 de junio, más de 40 años después de aquel gesto de rebeldía democrática, volvieron a cercar la Ciudad Vieja; pero esta vez no eran militares legalistas, sino los socios de RAINCOOP. Ese día mis dos hijos, que estudian y trabajan (y viajan en ómnibus), llegaron 2 horas más tarde a casa. Pero no fue nada comparado con el lunes 13. Esta vez fueron 10 horas de bloqueo, cortando 18 de Julio, Ejido, San José, Colonia, Fernández Crespo, el Túnel, 8 de Octubre. Se estima que fueron afectadas 350 mil personas (es el número que circula a diario por la zona céntrica). Pero no es cierto, fueron afectados muchos más: los 1.4 millones de montevideanos, y los 3.4 millones de uruguayos también. Quien quiera flagelarse, no deje de leer la estupenda crónica de Pablo Melgar en El País.
LAS VENAS ABIERTAS DE LA CONVIVENCIA CIVILIZADA
No quiero ahora bucear en el derrumbe de RAINCOOP, ni en su cantinflesca “gerenciadora”, ni en el 50% de ausentismo que registraba la cooperativa; sus socios están en problemas. Pero en peores problemas estamos todos los uruguayos, a merced de patotas como la de RAINCOOP, fogoneadas aquí por algún apparatchik, allá por algún capitalista codicioso, acullá por algún jefecito de otra pequeña mafia local, todos tirando de la piola de la convivencia civilizada, abusando impúdica e impunemente de una sociedad pusilánime, mediocrizada a golpes de populismos antiliberales de izquierda y de derecha. Sí, lo de RAINCOOP fue grotesco (al extremo que atravesaron un ómnibus en el túnel de la mismísima Intendencia, el de la foto). Tanto como lo del Marconi, o los barra brava, o el bloqueo del Palacio por el SUNCA. Es la razón de la fuerza, la fuerza bruta, la brutalidad. Estamos a merced de los gorilas, y el gobierno carece de la inteligencia, la vocación y los reflejos institucionales necesarios para defender a las mayorías inermes sin desatar un espiral violento. Qué turbios se adivinan los años por venir, qué falta hace un recambio de dirigentes.
Columna publicada en Montevideo Portal.