Enrique E, Tarigo –dueño de una notable sencillez en el estilo, libre, en el decir, de aparato y artificio- discurre: Ser batllista significa, además de ser colorado, tener una conciencia social muy viva, muy a flor de piel, sentir que la Democracia no se agota con la Libertad ni, tampoco, con la igualdad de derechos, sino que precisa también de la Fraternidad, de la Solidaridad y -no tengamos Temor o Pudor a las palabras- de verdadero amor entre los hombres, en especial hacia aquellos que por razones, generalmente económicas, son los más desafortunados y, por ello, los más necesitados.
Por si no bastara con la definición, Tarigo interpreta el carácter de la adhesión al ideario, y concluye: No somos dogmáticos, o no debemos serlo, nuestra fidelidad a Batlle –como la fidelidad de todos los buenos uruguayos a Artigas- no es una fidelidad al pie de la letra sino una fidelidad al espíritu. Y el espíritu justiciero de las ideas de Batlle, lo sentimos vivo y vigente, lo sentimos moderno y lo sentimos actual.
La Construcción de la Ciudadanía.
Expuestos con diáfana claridad los caracteres genéricos y diferenciales del Ser Batllista -con la ayuda del gran Maestro de juventudes– intentaré ahora, abordar el tema de la Construcción de la Ciudadanía –que junto al sistema de Gobierno Colegiado, aprecié siempre, como los puntos altos del generoso legado de Don Pepe Batlle.
Acotar el relato a una parte específica, de la obra completa del Batllismo, escoger un aspecto por sobre el resto, trae consigo -no se nos oculta- cierta arbitrariedad, pero es este punto, el que con arreglo a nuestra opinión, merece el mayor destaque.
Haber emprendido Batlle la magna faena de construir la ciudadanía, de ciudadanizar (según el termino acuñado por Caetano en sus trabajos, para señalar la acción), es una apuesta fuerte, …que se adecúa con sumo realismo y capacidad retrospectiva a las posibilidades movilizadoras y transformadoras de su tiempo. según el autorizado historiador.
Pero concentrar los esfuerzos por ciudadanizar en clave republicana la lucha política por las reformas en aquel momento histórico por tanto motivos decisivo, parece en verdad haber sido no solo una apuesta audaz, sino también una opción sensata en clave estratégica y prospectiva. (La República Batllista – Gerardo Caetano 2011).
En aquellos tiempos de formación (como los llamó el propio Batlle y Ordóñez), la trabajosa fragua de construir un país modelo -en su impronta- hizo del estado uruguayo desde las últimas décadas del siglo XIX un instrumento de construcción política del orden social, al tiempo que también se manifestó tempranamente como un poderoso centro imaginario de la unidad social. (Uruguay: Batllismo y después – Francisco Panizza 1990).
En ese escenario signado por el genio de Batlle, superadas las razones que en el pasado habían venido deslegitimando las votaciones, el arbitraje electoral arraigó prontamente en la población del país, transformándose en una auténtica cultura del voto, bajo la idea de que los pleitos de la sociedad debían dilucidarse en las urnas. (Romeo Perez – 1987).
La Población transformada en Ciudadanía.
La colosal fajina de modelar una nación, a partir de la heterogénea amalgama que era por ese entonces la población residente, supuso una extensa nómina de planes de políticas dispares.
Proveer facilidades para la nacionalización, que hicieran realidad el mentado crisol de identidades; una decidida instrumentación de planes, tendientes a la escolarización primaria y la creación de una enseñanza secundaria presente, en todo el territorio, para la consecución de una amplia integración cultural; y un desmesurado esfuerzo por incorporar la población al proceso político, con la universalización del voto (masculino por ese entonces), la realización de elecciones periódicas y la organización de partidos actualizados con activa participación popular; son apenas tres planos de una acción constructiva, que afronta Batlle, el gran intepretador de su tiempo, con encomiable pericia.
La cuidadosa descripción, cuya autoría pertenece a nuestro entrañable Germán Rama, es el itinerario de un fecundo proceso que culmina transformando a la población en ciudadanía. (La democracia en Uruguay – Germán Rama 1989).
José Batlle y Ordóñez – Su voz – Hablando de Educación – YouTube.
Convencido que estaba Don Pepe Batlle, que la instrucción de la sociedad es labor primera -en su plan por crear ciudadanía– siembra el futuro invitando al pueblo colorado a, juntos, cultivar la semilla de los nuevos tiempos.
Con orgullo podemos afirmar que somos nosotros, que es nuestro Partido (Colorado), racionalista y avanzado, quien cierra el paso a la falacia del oscurantismo y asegura a nuestro país, el sereno goce de todas las conquistas del pensamiento, guiándonos por senderos de luz.
Es nuestro Partido Colorado el que se afana por difundir la instrucción, el que pugna por la gratuidad de la enseñanza y crea liceos; contrata sabios en los países más adelantados del mundo y erige institutos de ciencia; y el que (por ende) se opone a que se restrinjan los institutos y a que se suprima la gratuidad de la enseñanza, […] por falsas y deleznables razones de míseras economías.
Si un día, alguno de vuestros hijos o de los hijos de vuestros adversarios, presta el concurso de su saber al adelanto de la ciencia y honra a su país -honrándose a si mismo- con su aporte a la creación de algún portento de ciencia, lo deberá en gran parte a nuestro Partido; que se afana por crear un ambiente de intelectualidad en la República, y ha estado siempre, y está ahora, dispuesto a prestar el apoyo que sea necesario a la creciente instrucción del país. (José Batlle y Ordóñez – Su voz – Hablando de Educación – YouTube).
Todas las clases sociales acceden a la vida política.
La última década del siglo XIX, es piedra base del proceso de politización de la sociedad. Terminadas las satrapías se inicia una etapa de libertad y de legalidad relativas. Batlle joven -tiene tan sólo 35 años, aun faltan dos lustros para el inicio de su obra de gobierno- siente que es tiempo ya, de comenzar a preparar el suelo para la implantación de sus ensueños.
En el Teatro Politeama Oriental, las dos tendencias están frente a frente, en una recia oposición irreconciliable. De una parte los partidarios de las Comisión Provisoria, más ciegos y excitados que nunca, al presentir la derrota probable; de la otra parte, Batlle y los jóvenes, sosteniendo el Club Seccional, como punto de arranque de la organización partidaria. (Batlle y el Batllismo – Giudice y González Conzi 1928). Es que rige una inveterada costumbre, tienen lugar elecciones y ya comienzan a emerger las consabidas comisiones directivas provisorias a dar la voz de orden, a reorganizar al Partido –provienen de las alturas del poder.
Batlle inquieto, irrumpe, para anteponer su parecer, Existen seccionales, y en cada una de ellas un núcleo de ciudadanos puede tomar la iniciativa de una primera reunión. […se fijará la Comisión Directiva Seccional y sus delegados; los que luego llegarán a elegir la CD del Partido. El movimiento (entonces) se producirá de abajo hacia arriba… Esta manera de proceder tiene la ventaja inmensa de ajustarse a los principios liberales y republicanos del Partido Colorado.
El Día a vintén.
Es fácil entonces, imaginar la atmosfera de temores y prejuicios que se desatan a un mismo tiempo. Y en esa tumultuosa escena El Día, que había sido desde su origen (1886), arma letal contra las satrapías -iniciada su segunda época (1889)- se transforma en herramienta de construcción, en manos de su Batlle.
Con el propósito de llegar con El Día a todas las manos -aún a las más humildes y desamparadas- Don Pepe adopta una decisión muy peculiar, que impele al diarismo nacional: rebaja el precio del ejemplar a dos centésimos, la mitad de lo que siempre se había cobrado. Así logra extender enormemente su circulación. Se vende en las calles, en las plazas y estaciones de ferrocarril -también en las puertas de los lugares de trabajo- difundiéndose por todas las clases sociales, incluso la de los obreros, que hasta ese entonces habían permanecido al margen de la opinión pública.
Así abruptamente, se jalona la participación del pueblo en la vida política –una actividad, hasta entonces, solo reservada a las altas esferas de la aristocracia.