El pasado domingo un distinguido columnista de El País, anticipándose al centenario de la derrota electoral del Batllismo del 30 de julio de 1916, dejó de manifiesto una vez más su visceral visión de la historia, que con frecuencia suele teñir sus escritos.
Sin los méritos y galardones que naturalmente puede exhibir el mencionado columnista, apenas como un escribidor, algo leído; empeñado quizá por parecidas razones a las que habrá tenido Heródoto(1) en aquellos lejanos días de la Antigua Grecia, por distinguir lo verdadero de lo falso, habré de referirme sólo a algunas de sus aseveraciones, para no contribuir a darles una entidad que no tiene por su falta de verosimilitud.
De golpe y porrazo, el doctor en Comunicaciones, lanza el consabido anatema que intenta hacer aparecer a José Batlle y Ordóñez, no como el hombre que fue, reconcentrado en la expresión y parco en su gesto, de voz tranquila y ademán reposado(2) sino en la especie de Ogro entre estadista y espadachín(3), que describió el intelectual mejicano José Vasconcelos, luego de su viaje a Montevideo en 1922, al referirse a Batlle en sus crónicas de viajero y que tanta simpatía cosechó entre los blancos de la época.
Una “anécdota verosímil”
Cuenta entonces el columnista blanco, una anécdota de 1914, plena de imaginación y de perversidad, a la que se apura en calificar de verosímil, referida a una audiencia de dirigentes de la comunidad judía con el entonces presidente Batlle, pidiendo su mediación, para la obtención del permiso de instalación de un cementerio hebreo en el país.
El fantasioso relato llega al extremo de citar las palabras que habría pensado el horrorizado Presidente. ¡Cómo era posible que los judíos discriminados en tantos países, ciudadanos con todos los derechos en el nuestro, no aceptaran ser enterrados como los demás uruguayos! y aún mas, la historieta le basta para terminar sentenciando, me parece sumamente ilustrativo de la personalidad y su proyecto de República.
La verdad de la milanesa dijera aquel, es bien otra: del mentado encuentro con los miembros de la colectividad hebrea -por quienes el Presidente sentía una particular estima, que compartía con todos aquellos perseguidos del mundo, que habían encontrado refugio en este suelo de libertad- surgió la contratación a instancias del propio Batlle, del Dr. Domingo Arena -su más entrañable amigo- para la facilitación de los trámites jurídicos correspondientes de instalación de la necrópolis. Cabe incluso agregar en el igual sentido, el gesto de Don Domingo, que aleccionado por Batlle, dona el importe de sus honorarios a la colectividad judía en el Uruguay.
En su afán por mancillar
Adentrado en tema, el ensayista blanco continúa arrojando invectivas, en su afán por mancillar al gran repúblico. Sus líneas apuntan a desacreditar a Batlle y al Batllismo, para lo cual arremete, a veces desordenado, pero siempre funcional a su propósito.
Intenta valerse de la polémica centenaria de Batlle con Figari, para demostrar que el ensueño de Don Pepe contado por carta desde París(4), a su amigos más próximos, requería para la consecución del país modelo, de un uruguayo modelo, y que en su realización terminó resultando un uruguayo más ciudadano que industrioso -sumando así su opinión a quienes afirman que en nuestra idiosincrasia domina poco apego al trabajo. A su vez, deja escapar su gemido reaccionario -ni más ni menos que por la vigorosa ciudadanía, construida.
Llama luego hegemónica, a la historiografía uruguaya, pasando por alto el papel central que su dignísimo correligionario Juan Pivel Devoto ocupó, en la Historiográfia nacional. Y a quienes como Ana Riveiro, y hasta hace muy poco Lincoln Maiztegui Casas (recientemente desaparecido) -por sólo nombrar a dos de los más conocidos, de su misma filiación- han dignificado la labor histórica del país.
Todo esto para intentar desmentir la política del alto(5) al impulso reformista del Batllismo, y negar, la que llamó, una suerte de contrarrevolución conservadora.
Habrá tiempo pues, para que en próximas columnas, nos ocupemos del mentado Contubernio, la alianza aristocrática blanqui-riverista; montada para hacer frente a las ideas avanzadas del Batlllismo, aquel 30 de julio de 1916.
En definitiva, apenas si esbocé una réplica a la avanzada del controvertido redactor, el qué -con notorios empujes retardatarios- no hizo más que poner visibles, sus arraigados fundamentos conservadores; los mismos de su matriz partidaria, que -con honrosísimas excepciones- han signado el accionar del Nacionalismo a lo largo de su historia.
Antes de terminar
Respecto a la contundente derrota batllista de hace cien años: ¡Cuánto freno y cuánto impulso!, ¡Cuántos rasgos de similitud y qué parecido desenlace al de la Segunda Guerra Médica(6) tras la batalla de Salamina(7)!
¿Quién podía pensar que tan avasallante desempeño electoral de la aristocracia uruguaya, no iba a cambiar el curso de la historia?. ¡Cuánto habría alterado el transcurrir de la Antigua Grecia y por extensión la evolución de la humanidad, si se hubiese impuesto la apabullante superioridad numérica de los persas!
¡Qué sería de la humanidad, sin Atenas y su Democracia, sin Sócrates y su Filosofía! Y finalmente, ¡Qué sería del Uruguay, sin su República Batllista(8), sin Batlle y el Batllismo(9)!
(1)Herodoto Halicarnaso (Siglo V a.c.). Fue el primero de los cronistas griegos empeñado en distinguir lo verdadero de lo falso, por ello realiza su investigación (etimológicamente historia).
(2)González Consi y Giudice, Batlle y el Batlllismo 1928.
(3)José Vasconcelos Calderón, intelectual y político mejicano (1882-1959). La Raza Cósmica. En referencia a ByO en sus crónicas de viajes.
(4)Refiere a un fragmento de la famosa carta de Batlle a Arena y sus amigos, que sirvió de título a uno de los libros de Milton Vanger, El país modelo: José Batlle y Ordóñez (1907-1915).
(5)El Alto de Viera, el freno al impulso batllista, las denominaciones que la historiografía uruguaya aplicó a la acción conjunta, de una avasallante alianza blanqui-riverista, dirigida a detener la obra de Batlle.
(6)La Segunda Guerra Médica. Invasión persa de la Antigua Grecia (480 – 479 a. C.).
(7)La Batalla de Salamina, trascendental, último intento persa por ocupar Grecia. Es considerado uno de los combates más importantes de la historia de la humanidad.
(8)Tomo prestado, sin permiso, el título La República Batlllista, de Gerardo Caetano.
(9)Idem, el título Batlle y el Batllismo, de Giudice y González Conzi.