El problema que desde siempre atormenta a los gobernantes, es que resulta muy caro hacer todo lo bueno que hay por hacer: escuelas, liceos, hospitales, carreteras, institutos de investigación científica…Todo muy lindo, pero cuesta fortunas, de las que el Estado normalmente no dispone.
Quizás para evitar la amargura que en los espíritus sensibles produce el no poder hacer el bien que se desea, porque no hay recursos para hacerlo, a los diputados del Frente Amplio se les ocurrió cambiar el enfoque: en vez de hacer el bien a aquellos que se quiere ayudar, hacerles daño a los demás. No solo no requiere dinero del Estado: puede incluso suministrárselo.
La idea de la diputada Macarena Gelman, que sus colegas decidieron acompañar, consiste en excluir a las universidades privadas del elenco de instituciones que pueden recibir donaciones cuyos montos se consideran (parcialmente) créditos fiscales a favor de los donantes. O sea: si uno dona una cantidad de dinero a la Universidad Católica, por ejemplo, el 75% de esa cantidad se considerará anticipo del pago del Impuesto al Patrimonio o el IRAE. De esta manera el Estado hace lo que se llama una “renuncia fiscal”, para apoyar a la institución beneficiaria de la donación. Con la propuesta de Macarena, los donantes dejarán de tener ese beneficio si donan a universidades privadas. Vale aclarar que si donan a la UdelaR lo seguirán teniendo, porque la propuesta no la toca.
El año pasado, lo que el Estado dejó de percibir por estas donaciones hechas a las universidades privadas estuvo cerca del millón de dólares; un monto insignificante, en un presupuesto nacional que supera largamente los diez mil millones dólares. Pero esa misma cifra, en los presupuestos de las universidades privadas, es muchísimo dinero, y su falta va a causar muchísimo daño.
Los diputados frenteamplistas estarán contentos: hacen obra, su obra dañina y negativa, y al Estado no le cuesta un peso, ¡al contrario!
Es de temer que, alentados por el éxito, en el futuro sigan legislando así…