25 abril, 2024

¿Quién quiere ser concejal?

Por Miguel Manzi

Retomo una columna vieja, recordando que en Occidente la construcción y el concepto de ciudadanía es un invento griego. Hay, por tanto, 2.500 años de elaboración teórica y ensayos prácticos a su respecto, con los vaivenes que imponen los tiempos y las modas. En las últimas décadas, ha cobrado especial protagonismo el subconjunto “participación-descentralización-gobiernos locales”, que concita pareja adhesión entre los organismos internacionales, el progresismo político y la academia, tornando políticamente incorrectísimo cualquier cuestionamiento o sospecha acerca de su pertinencia y eficacia para cumplir sus objetivos proclamados, básicamente: construcción democrática y eficiencia en la asignación de recursos.

El moderno empuje consagratorio de este combo lo dio la Unión Europea en el Tratado de Maastricht, al proclamar el “principio de subsidiariedad”, según el cual los asuntos públicos deben ser resueltos por la autoridad más próxima al problema. La intención original de los legisladores de Maastricht era preservar espacios de libertad para los estados nacionales frente al avance del gobierno comunitario, pero pronto se advirtió que el principio funcionaba en doble vía, y era útil también para justificar la creación de autoridades minúsculas (cuánticas, diríase en casos), lo que por estas latitudes contribuyó a fundamentar la “participación popular”, caballo de Troya en la ciudadela liberal de la democracia representativa.

Con estos respetabilísimos antecedentes primermundistas, y revoleando el poncho frente al desconcierto de los partidos tradicionales, el F.A. implantó en Montevideo los CCZ y los concejos vecinales en 1990 (siendo intendente Tabaré Vázquez) y 20 años después a escala nacional (siendo presidente el mismo Vázquez) los municipios, con sus alcaldes y concejos municipales. Toda una fiesta compañera y participativa.

La investigación y la producción académica local respecto a este proceso tiene naturalmente menos años que su implantación política; el elenco de especialistas es reducido y la aproximación al tema se hace (como también es natural) desde la más o menos confesa adhesión a sus postulados (la sociedad “más tarde o más temprano reconocerá este nuevo espacio de expresión y participación política”, dicen unos; “En nuestra concepción de una sociedad democrática, la descentralización y la autoadministración municipal son elementos fundamentales para garantizar un buen gobierno en servicio a la comunidad y para mejorar las condiciones de vida de las personas”, proclaman otros; “Para un gobierno de izquierda, la participación es fundamental”, recitan otros más).

DEL DICHO AL HECHO

La realidad, empero, en estas latitudes, está empecinadamente en contra de la teoría. Será por eso y a su vista que, 23 años después de decretado, el “tercer nivel de gobierno” en Montevideo solo concita indiferencia. En efecto, en las elecciones para concejales vecinales de 2013 votó menos gente (en términos absolutos) que en la elección previa de 2011 (en la que había votado menos gente que en la previa de 2008), lo que supuso que la participación cayera al 6,7% de los votantes habilitados. La ejecutoria de los CCZ y de los concejos vecinales no exhibe mejor desempeño. Se trata, por donde se mire (a la ciudad…), de un mal diseño institucional, del que viven cientos de burócratas y militantes, sin beneficios proporcionales para la ciudadanía. La buena noticia es que tal diseño reposa en decretos y resoluciones departamentales, que se pueden cambiar por otras normas de esa misma jerarquía. La mala noticia es que para cambiarlas, tenemos que ganar las elecciones departamentales… Pero por algo se empieza, y ese algo son las elecciones de octubre para los concejos vecinales. En los papeles, tal espacio está reservado para “los vecinos” sin adscripción política. En el mundo real, en cambio, los concejos vecinales están copados por militantes frenteamplistas, que mantienen vínculos formales o informales con la orgánica del conglomerado y son funcionales al actual gobierno de Montevideo. La propuesta, por tanto, es alentar a las amigas y los amigos a postularse para concejales, bajo la consigna “empezar a ganar para empezar a cambiar”. ¿Es posible, en el escenario que venimos comentando, acceder a una concejalía? Sí, es absolutamente posible, por ese mismo escenario… Véase en la tabla que acompaña a esta columna, cuánto “cuesta” ser concejal: allí se indican los votos obtenidos en 2013 por el titular más votado, por el titular menos votado, y por el suplente menos votado en cada uno de los CCZ. Teniendo presente que los concejos vecinales trabajan en régimen de suplencia automática, y que según todos los testimonios las reuniones de los plenarios y de las mesas ejecutivas padecen por falta de quórum, en extremo bastan 8 votitos para actuar con plenas atribuciones. ¿Podemos ayudar en algo a las amigas y los amigos que decidan embarcarse en esta cruzada? Si, podemos ayudar de muchas maneras. Actívese pues el celo cívico, que las inscripciones vencen el 31 de agosto.

 

VOTOS CV 2013

 

Columna publicada en Montevideo Portal.

UA-78784837-1