Las Olimpíadas que acaban de concluir en Río de Janeiro fueron todo un éxito. Desde la ceremonia de apertura hasta el cierre de ayer, que incluyó una aparición sorpresiva del primer ministro japonés para invitar a la próxima cita en Tokyo 2020, el máximo encuentro del deporte mundial se desarrolló en Brasil con brillo y sin mayores tropiezos.
En algún momento pudo dudarse de que todo fuera a salir tan bien. El anfitrión de los Juegos sufre una crisis política todavía no resuelta, que determinó la separación del cargo de la presidenta Dilma Rousseff y su remplazo por un presidente interino que a los pocos días de haber instalado su gabinete debió aceptar la renuncia de varios ministros, implicados en casos graves de corrupción. Los problemas políticos se suscitaron en el marco de un serio deterioro de la situación económica, con el consiguiente impacto social. Y a estas grandes dificultades internas debió sumarse,
todavía, la amenaza exógena del terrorismo islámico, que hizo necesario un enorme y oneroso despliegue de seguridad.
Pese a todos los pesares, Brasil logró que los Juegos Olímpicos salieran muy bien, demostrando así una admirable capacidad de organización y gestión de acontecimientos multitudinarios y cosmopolitas.
Y por si lo anterior fuera poco, los norteños se alzaron con la medalla de oro en fútbol, ganándole a Alemania con gol de Neymar.
¡Felicitaciones, Brasil!