Como una herida abierta que no cura y que no quiere cicatrizar
El Partido de don Frutos, el héroe de la Independencia, el que en fulminante invasión, corajuda y solitaria hazaña, conocida como la hombrada -perseguido por Oribe, que cumplía ordenes muy precisas de Lavalleja, de exterminarlo- avanza 400 quilómetros al norte del Cuareim –deja atrás a quienes pisan su talones, los que rápidamente desisten en su intento– para en sólo 20 días lograr la retirada del Imperio y la conquista de los siete pueblos de las Misiones Orientales.
El Partido del gobierno de Joaquín Suarez, de los defensores de Montevideo, de los paladines de la independencia agredida por el tirano Rosas. El Partido de los hombres de la Defensa, que elevaron la lucha a un alto nivel de idealismo y se convirtieron en los adalides de la civilización y la Libertad.
El Partido del general César Díaz, fusilado junto a sus compañeros en la Matanza de Quinteros.
El Partido de José Batlle y Ordóñez, que le da su nombre; Batllismo, es el nombre del Partido. El que acabó con las tendencias de subversión y rebeldía en la República, cambiando el antagonismo guerrero por el antagonismo ideológico. El hacedor de la mayor obra de justicia social que contemplan las naciones.
El mismo Partido de Julio César Grauert; que baleado por la policía de la dictadura de Terra, con el muslo desgarrado y un pie atravesado por una bala, es abandonado a su suerte en el suelo de un oscuro calabozo; hasta morir, horas después, gangrenado por falta de atención. También el Partido de Baltasar Brum, el que a motu proprio derramó su sangre en impresionante gesto de heroicidad, ofrendando la vida, a plena conciencia de la proyección futura de su determinación.
El Partido de Enrique Tarigo, convertido en emblema de la rebeldía, de un pueblo que había resuelto romper las cadenas. El alférez civil que portó la bandera de la unidad, que encolumnó detrás suyo a la multitud, que plantó cara a la dictadura. El gladiador que, en la batalla de las ideas, aplastó a la satrapía militar.
El Partido duele
El martes pasado, en la sesión del CEN del Partido Colorado, el diputado Tabaré Viera denunció falencias de la orgánica partidaria. No puede decirse que reveló aspectos desconocidos, pero el grado de desconcierto que criticábamos en nuestra anterior columna, es aún mayor, de acuerdo a los dichos del diputado de UNIDOS.
Sostuvo Viera, el Comité Ejecutivo Nacional se ha quedado sin el respaldo efectivo, sin la presencia ni participación personal de líderes sectoriales (en clara alusión a José Amorín Batlle y a Pedro Bordaberry). Respecto a Bordaberry (líder de la mayoría) dijo que habiendo sido electo por cuatro listas de convencionales, las que encabezó, acabó renunciando y no comparece (ante el CEN) tampoco como legislador, ni siquiera cuando lo convoca el Órgano, como ocurrió en la oportunidad de haber sido invitado a brindar un informe sobre ANCAP. Tampoco funcionan la Bancada Parlamentaria, ni la Agrupación de Gobierno, y agregó: No existe el menor contacto entre las Bancadas de Senadores y Diputados, jamás se han reunido. Cada uno hace lo que entiende pertinente.
Como si no fuera suficiente quebradero de cabeza, el que genera sus revelaciones, el diputado de UNIDOS, relató una anécdota que descubre con exactitud, el grave estado de situación que atraviesa el Partido.
El colmo del no funcionamiento ocurrió ante la reciente aprobación del nuevo Código del Proceso Penal, ese fue uno de los temas acordados en el diálogo sobre seguridad, de los Partidos Políticos convocado por el Presidente Vázquez.
Sobre el resultado de ese acuerdo, habiendo sido exclusivamente proyectos de ley, nunca fue informada la Bancada de Diputados. Sobrentendimos que jamás un acuerdo, por amplio y representativo que hubiera sido -pero siempre entre cuatro paredes y en la sede de la Presidencia de la República- podría substituir el proceso legislativo republicano. Podríamos tener acuerdos macro, pero hasta por técnica legislativa, el proceso de discusión y elaboración de las leyes no estarían vedadas a los legítimos representantes legislativos.
Por ello cuando este proyecto llegó, con media sanción desde el Senado y se radicó en la Comisión de Legislación, los propios diputados del oficialismo propusieron oír a expertos en el tema, los que visitaron a la Comisión y realizaron sendos informes jurídicos con importantes observaciones. Lamentablemente a la hora de tratar el proyecto de CPP una competencia política entre representantes del Partido Nacional y del FA hicieron que el tema fuera votado “sobre tablas” sin tener en cuenta consideraciones importantes que hacen a las garantías del debido proceso, falencias claramente expuestas por el diputado Ope Pasquet, en bancada y en el propio Plenario de la Cámara.
El día del tratamiento del proyecto en Cámara, el diputado Germán Cardozo, Secretario General del Partido y partícipe de los acuerdos con el Presidente Vázquez, se retiró antes de tratarse el punto y el resto de la bancada de VU, sin información alguna, luego de votar el proyecto de ley a favor en general, optó por retirarse también antes de la votación en particular. Quedamos en sala solamente los tres diputados de UNIDOS que votamos negativamente el proyecto, ante la negativa de volverlo a comisión a fin de mejorar defectos que fueron reconocidos por los propios legisladores oficialistas.
La modalidad hegemónica de la mayoría
Está a la vista, que la modalidad hegemónica impuesta por la mayoría partidaria, ha generado un estado tal de desavenencia, en el que no se percibe el affectio societatis imprescindible, que debe reinar en la vida de un Partido.
Cuidé antes, de no tener una expresión exagerada de alabanza o elogio, para con la figura del líder de Vamos Uruguay, porque -a fuerza de ser sincero- no me salía con naturalidad un sentimiento de admiración, así también, me impuse mesura a la hora de desaprobarle.
De cara a la realidad, que cuidadosamente describe el diputado Tabaré Viera, que involucra a los legisladores del oficialismo partidario, pero fundamentalmente a su líder y a su estilo de liderazgo, seguir estirando el silencio supone a esta altura, más que un gesto de nobleza y de ponderación, una clara connivencia, con un proceder que debe ser desechado de la faz del Partido.
Creo que –en el Partido de Batlle– el líder no debe tener la apariencia de quien viene a proclamar la verdad. Puede estar desprovisto de alguna de las misteriosas virtudes que adornan el aspecto, e insinúan dotes para el ejercicio del mando. O estar, o parecer estar, ausentes las potencialidades básicas de un gran líder. En cambio, resulta inaceptable, la construcción de un discurso que, aunque vigoroso y robusto, descubra rasgos de vulnerabilidad, mixturados con una exagerada exaltación de la propia personalidad.
Ya la secretaría general rotativa, me pareció un engendro implantado en la orgánica, concebido para evitar el afianzamiento y por ende el crecimiento de los lugartenientes; que pudieran amenazar la posición de un líder que se sabe endeble, carente de confianza en sus condiciones propias, aunque dominante y no privado de apetencias.
La ausencia hoy, de liderazgo, sin la renuncia previa que lo hubiese justificado, parece condición buscada intencionalmente, en un proceso dirigido a pulverizar la orgánica.
Antes, habría dicho que se trataba de un estilo de liderazgo dominante que -aunque arropado de una apariencia noble, tolerante, casi generosa- aplasta todo lo que asoma, hasta el absurdo de postergar en la lista al Senado, al más sobresaliente de los miembros de la pasada Legislatura.
Ahora -al continuar desentendiéndose del rol de encabezar y dirigir, para el que fue elegido- su actitud, a esta altura, configura una grave omisión que no debe seguirse tolerando.
Sus acólitos, no todos por cierto (dudo que se me pueda señalar, ocasión alguna, en la que haya cometido la injusticia de generalizar) permanecen en silencio, disfrutando la zona de confort en la que se encuentran, allí donde calienta el sol.
Tan afectos a reclamar que se advierta en ellos, su lealtad al ideario y al espíritu de Batlle, deberían reconocer que lejos está, de ser propio de batllistas, los comportamientos que han venido teniendo.
¡Duele sí, duele el Partido!
Pero no es ciertamente, lamiéndonos las heridas que vamos a encontrarle solución al desconcierto que hoy reina en la interna. Probablemente merezca una atenta consideración el propuesto adelantamiento de las elecciones internas. En principio, parece un procedimiento genuino y a mano, dirimir el pleito, convocando a las bases.