El domingo, mientras los colombianos iban a votar para pronunciarse acerca del acuerdo de paz entre el gobierno y la guerrilla de las FARC, los brasileños lo hacían para elegir alcaldes.
Podía pensarse que estos comicios darían la oportunidad al PT para demostrar el respaldo del pueblo, en contra de las mayorías parlamentarias que destituyeron a Dilma Rousseff.
Pero no fue así: el PT sufrió una severa derrota. Perdió entre otros cargos la emblemática alcaldía de San Pablo, donde su candidato, el alcalde en funciones, quedó tercero con el 16% de los votos, y el ganador fue Joao Doria, el candidato del PSDB (el partido de Aecio Neves, rival de Dilma en la pasada elección presidencial), quien obtuvo el 53% de los votos y no tendrá por ello que pasar a una segunda vuelta.
En otras ciudades, candidatas expresa y personalmente apoyadas por Dilma Rousseff fueron también categóricamente derrotadas.
Será porque los brasileños no creen en la tesis del “golpe de estado parlamentario”, o porque están hartos de la corrupción a gran escala practicada por el PT, pero lo cierto es que le dieron la espalda tanto a Dilma como a Lula.
Los que ayer se creían invencibles, muerden hoy el polvo de la derrota por decisión popular.
La democracia está viva y activa en Brasil.
Enhorabuena.