11 diciembre, 2024

Se acabó lo que se daba

Por Jorge E. Leiranes

Se rompió la mayoría y ya no tiene más arreglo

Gonzalo Fernando Mujica Benoit, un legislador poco conocido de Asamblea Uruguay, es el causante de la rotura. Como tantos otros ciudadanos de carne y hueso, se fue del Frente.

Y está allí, como tantos otros… sin saber a donde ir.

Para la Coalición, habituada a disfrutar desde su llegada al gobierno, de confortables mayorías, el rompimiento -que es el primero y probablemente no vaya a ser el último- es considerado como un verdadero cataclismo.

Una treintena de partidos y grupos con diferentes ideologías y orígenes han sabido –desde hace casi medio siglo- compaginar sus escasas avenencias en aras de un único y fundamental objetivo: el poder.

La deserción del diputado Mujica, ha tenido un efecto fulminante, las manos de yeso ya no tienen razón de ser, habitarán desde ahora, junto a otros trastos en un oscuro rincón. Allí entre infinidad de tarros y endurecidos pinceles; en donde probablemente haya alguna que otra descolorida pancarta -pintada a mano- en la que se pueda leer la leyenda: ha nacido una esperanza; y apoyada en la pared la efigie encartuchada del venerable General, en medio de muchos otros cacharros, todos de gran utilidad en el pasado, para la toma del poder.

Es que, desde que están en el gobierno, nunca antes había pasado, que un legislador se apartara definitivamente del Partido.

Ahora será preciso gobernar en serio. Tendrán que dialogar, que negociar, que convencer y hasta ceder, pues, se acabó lo que se daba.

A todas estas rutinas, propias de la vida democrática -innecesarias, cuando se goza de acaudaladas mayorías- deberá comenzar a habituarse el gobierno, de ahora en más.

Una oposición a cuatro patas y con el bozal puesto

Podrá decirse que siento regocijo por el mal ajeno, y no es así.

Por así haberlo querido la ciudadanía somos la oposición, jugamos un papel secundario. Y lo que es aún peor,  apartados y desairados de continuo, por estos gobiernos de escasa formación democrática.

Pero no es llevado por un sentimiento de revancha hacia el adversario.

Recibo con alborozo la buena noticia, ante la posibilidad cierta, de que vuelva el Parlamento a cumplir con su misión principal -de expresar la voluntad de la ciudadanía- y de incidir en la elaboración y aprobación de las leyes que nos rigen a todos.

Es porque celebro que los partidos opositores al gobierno, dejen de ser, una oposición a cuatro patas y con bozal puesto, como decía, hace apenas unos días, Iñaki Gabilondo, el prestigioso analista vasco de la Cadena Ser, respecto a la oposición con la que aspiraba contar Rajoy en la próxima legislatura.

A nadie se le oculta que el Frente está atravesando un etapa crítica, quizá la peor de sus 45 años. Sus tan mentadas bases comienzan a tomar distancia de las cúpulas (en las recientes internas, la enorme mayoría de los que se presentaron a votar, eran titulares de cédulas comenzadas en un millón) justamente los jóvenes, bandera del cambio en el pasado, fueron los ausentes.

En un mes de noviembre de 2013, el doctor Tabaré Vázquez, por ese entonces candidato, por segunda vez, a la presidencia -ante la inminente derrota que anunciaban las encuestas- salió a recorrer, en quince días,  todos los rincones de la república -como recuerda Búsqueda, en una reciente crónica- clamando a la militancia: ¡No solo es importante ganar, también asegurar la mayoría parlamentaria!

Hoy a tres años de aquella campaña, atribulado por la reciente determinación del diputado Mujica, un Vázquez -visiblemente molesto- reflexionó ante la prensa: Cada cual es libre de hacer lo que mejor le parezca, sin lesionar los derechos de los demás. Pero cuando actuamos en política y lo hacemos en un partido, debemos respetar las normas de ese partido.

La crisis del FA es de orden moral

Pasa que el Frente vive una crisis sin parangón, que va más allá de las habituales desavenencias, tan frecuentes a lo largo de su compleja existencia. Razón tiene el analista de El Observador, el politólogo Adolfo Garcé, quien considerando la situación en su última columna, escribió: La crisis del FA no es de orden material. Es mucho más grave. Es mucho más profunda. Es de orden moral. La izquierda uruguaya, últimamente, no vacila en respaldar falsedades y en obstaculizar verdades. Tremendo pero cierto.

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