
En reciente entrevista realizada por Daniel Castro, el economista Daniel Olesker, figura protagónica del gobierno de Mujica, injustamente postergada por el presidente Vázquez, reclamó una «impostergable reforma tributaria de segunda generación». Concretamente dijo: «mientras que en la primera generación se modificó la manera en que los ingresos se gravaban, ahora hay que ir sobre los impuestos al capital». El economista agregó que había una tensión entre los compromisos económicos y los compromisos sociales, entre no cobrar más impuestos y cubrir las necesidades de los más postergados, que había que resolver. Lo que el economista no dijo, es que el gobierno también es un ni-ni: aumenta los impuestos y no derrota a la pobreza y la marginalidad; dicho de otro modo, no cumple los compromisos económicos ni los compromisos políticos. El gobierno sigue ocupado en recaudar, cuando es de toda evidencia que el problema no está del lado del ingreso, sino del lado del gasto, cuya calidad es patética. De la reforma del estado anunciada por Tabaré Vázquez como la madre de todas las reformas, no quedó nada. En cambio, cada día queda más expuesta la incompetencia de este equipo de gobierno y, de prosperar alguna de las varias causas en curso y pendientes ante la justicia penal, muy probablemente también la corrupción. En este escenario, habría que preguntarle a Olesker para qué quiere recaudar más.