Hoy 31 de marzo conmemoramos un nuevo aniversario de la inmolación de Baltasar Brum, quien con valentía y coraje se quitaría la vida ante el golpe de Estado perpetrado por el entonces presidente Gabriel Terra.
Aquel 31 de marzo pero de 1933, Terra —parapetado en el Cuartel de Bomberos— dispuso la clausura del Parlamento y de la rama colegiada del Poder Ejecutivo, o sea, el Consejo Nacional de Administración, abrogando de hecho la Constitución de 1918. Adicionalmente, censuró a la prensa y persiguió los dirigentes políticos opositores, que fueron enviados a la cárcel o al exilio.
Brum fue redactor y partícipe en varios proyectos de ley en materia social y laboral en nuestro país. Supo ser reconocido también como uno de los más fuertes promotores de los derechos de la mujer y su rol dentro de la sociedad. Al igual que todo el Batllismo en aquella época, acompañó vigorosamente la defensa del Ejecutivo Colegiado como régimen de gobierno. Todo esto, en lo político, hace de Brum una figura emblemática y, a su vez, ineludible al momento de releer la historia del Partido Colorado y de nuestro país. En este sentido es que Brum no solamente se destaca por entregar su vida, manchando de sangre a quienes arrasaron con la Constitución, el Estado de Derecho y las instituciones republicanas, sino también por haber sido uno de los más notorios dirigentes estudiantiles y, luego, abogados del Uruguay y el continente.
Nacido en Artigas en 1883, en 1904 se instaló en la capital para comenzar sus estudios de abogacía. Vivió una etapa llena de optimismo, ilusiones y alegrías, que logró conciliar con su preocupación y curiosidad social y política, buscando hacer del Uruguay una sociedad más justa, equilibrada e ilustrada. Con una vigorosa concepción lationamericanista —que lo acompañaría toda su vida—, Brum comenzó a a relacionarse con otros estudiantes de su entorno, pero también fuera de él. Es por su veloz desarrollo en la política universitaria que fue designado como vocal en la Comisión Directiva de la Asociación de Estudiantes de Montevideo y, como tal, nombrado delegado de la misma en el primer Congreso Estudiantil Americano llevado a cabo en Montevideo en 1908. Integró a su vez, la comisión organizadora de éste, siendo elegido por la Asamblea como el Primer Secretario del mismo. Obtuvo un notorio desempeño logrando que organizaciones estudiantiles de todo el mundo reconocieran la importancia de dicho Congreso, la magnitud de este acontecimiento, pero no sólo eso: planteó pioneramente la participación de los estudiantes en los Consejos Directivos de la enseñanza universitaria, entre otras cosas. Esto, una década mas tarde, sería retomado, proclamado y defendido como una de las conquistas más importantes del movimiento estudiantil en la Reforma Universitaria de Córdoba de 1918.
Obtuvo el título de Doctor en Derecho y Ciencias Sociales en 1908, en cuyo ejercicio logró una extensa serie de condecoraciones y distinciones por su profunda labor en el campo del Derecho y de la política a nivel nacional, regional y mundial.
Se desempeñó como Ministro de Instrucción Pública, de Relaciones Exteriores y del Interior, ejerció la Presidencia de la República desde 1919 a 1923, siendo anteriormente, en 1917, miembro de la Comisión Especial encargada de reformar la Constitución y redactar la el nuevo texto. Supo también presidir el Banco Hipotecario y el Consejo Nacional de Administración.
Simultáneamente, se desarrolló como periodista, logrando ejercer la dirección del diario “El Día” durante 6 años en forma ininterrumpida.
Falleció cuando le faltaban unos meses para cumplir 50 años, y entre las muchas formas o maneras a las que pudo haber acudido para enfrentar decididamente el golpe de Estado, optó por la mas difícil y, probablemente, la más ingrata de todas: el suicidio; pero no sólo como método o instrumento para enfrentarse a la dictadura, sino también, como lo expresaría Domingo Arena, “para defender las vidas de los dispuestos a sacrificarse a su lado”.
Brum nos enseña todos los días lo importante y valioso que es dejar todo, hasta la vida misma, por los ideales y principios que nos conmueven y nos hacen ser lo que actualmente somos, sabiendo que hoy, como hace 84 años, es un deber moral el que nos convoca a seguir buscando nuevas y más justas fórmulas para mejorar, cambiar y reformar la sociedad en la que vivimos.
Columna publicada en el Correo de los Viernes.