29 marzo, 2024

Big data

Por Miguel Manzi

Esta semana estoy en el cenit de mi popularidad: me nombró Darwin Desbocatti, me hicieron un “meme” en las redes, y me di el lujo de rechazar alguna nota para televisión. Entonces, quiero aprovechar este fugaz y equívoco estrellato, para dedicar esta columna a uno de los tantísimos temas importantes que se dejan pasar sin dedicarle la atención que merecen: con Uds., Big Data.

Aclaremos los tantos

El Economista dice que Big Data (macrodatos, datos masivos o datos a gran escala) se denomina a la gestión de enormes volúmenes de datos, incluyendo la capacidad de identificar patrones dentro de esos datos, que por su volumen no pueden ser tratados con las herramientas de software de uso habitual. El concepto alcanza a datos estructurados, no estructurados o semi-estructurados (mensajes en redes sociales, señales de móvil, archivos de audio, sensores, imágenes digitales, datos de formularios, emails, datos de encuestas, blogs, etc.). Agrega El Economista que “El objetivo de Big Data, al igual que los sistemas analíticos convencionales, es convertir el dato en información para la toma de decisiones, incluso en tiempo real” (1). Aclarado el concepto general, veamos ahora una aplicación específica:

Obama y Trump

Martin Hilbert, gurú de estos asuntos, nos cuenta que, según un estudio hecho en Cambridge, “teniendo suficientes likes tuyos en Facebook, se puede predecir tu orientación sexual, tu origen étnico, tus opiniones religiosas y políticas, tu nivel de inteligencia y de felicidad, si usas drogas, si tus papás son separados o no. Con 150 likes, los algoritmos pueden predecir el resultado de tu test de personalidad mejor que tu pareja. Y con 250 likes, el algoritmo te conoce mejor que tú mismo. Trump contrató a Cambridge Analytica para la pasada elección. Usaron esa metodología para crear los perfiles de cada ciudadano que puede votar. Casi 250 millones de perfiles. Obama, que también manipuló mucho a la ciudadanía, en 2012 tenía 16 millones de perfiles, pero acá estaban todos. En promedio, tú tienes unos 5000 puntos de datos de cada estadounidense. Y una vez que clasificaron a cada individuo según esos datos, lo empezaron a atacar (…) Es populismo puro, te dicen exactamente lo que quieres escuchar”. Preguntado sobre el uso que los Estados hacen del Big Data para el diseño o la gestión de políticas públicas, Martín señala que están muy atrasados, pero tienen todo a su disposición: “Se estima que el Estado posee alrededor de un tercio de los datos de un país. El gobierno sabe todo lo que pasa en los colegios, en los hospitales, en los servicios de impuestos”. Sin embargo, es necesario “poner esa información a disposición de la sociedad, lo que se llama el Open Data. Si en otra época el Estado destinó recursos para llevar la telefonía a las áreas rurales, ahora tendrá que hacerlo para igualar el acceso a Big Data” (2). Precisamente en el sentido contrario, el mes pasado Tabaré Vázquez firmó un decreto en el que se establece que “divulgar documentos oficiales sin autorización es falta muy grave y el funcionario que lo haga puede ser destituido” (3). Y perversamente al mismo tiempo, Trump acaba de promulgar una ley que elimina las garantías de privacidad en la Red impuestas por Obama, lo que permitirá a los proveedores de Internet vender datos de sus usuarios, como los historiales de búsqueda, los “Me gusta” o la localización personal (4). Por cierto, que los datos estén a la venta no significa que todos los podamos comprar, ni que tengamos la infraestructura y los recursos para gestionarlos y obtener la información que queremos: Big Data es solo para grandes ligas; Big Data funciona con big money; big money manejan solo las grandes corporaciones, o el inefable Big Brother, el Estado. Visto el concepto general y visto cómo opera en un caso real en el primer mundo, trasladémonos ahora a nuestra pequeña aldea (que no figura en el mapa de las grandes corporaciones), e imaginemos cómo podría funcionar acá:

Big Brother

Según informa La Diaria, recientemente la Mesa Política del Frente Amplio discutió “la incorporación de herramientas informáticas para conocer la opinión de la ciudadanía (…) Uno de los recursos que se mencionó fue el uso de análisis de Big Data. En los próximos meses se estará trabajando en el software adecuado para la aplicación de esta herramienta, u otras similares” (5).

La semana pasada Nicolás Maduro consumó dos golpes de Estado en pocas horas: ordenando primero y contraordenando después al Tribunal Supremo de Justicia que (virtualmente) disolviera el Parlamento, siendo en ambos casos inmediata y puntualmente obedecido por los magistrados, y respaldado con brío por la policía y el ejército. Entre nosotros, los tupas, los bolches y el PIT-CNT (que con su aceitada organización y su inspiración leninista tienen capturado al Frente Amplio y al gobierno), apoyaron y siguen apoyando al gorila caribeño, como apoyaron a los milicos golpistas uruguayos en febrero del 73, como apoyaron a todos los sátrapas soviéticos desde 1917 en adelante, y a sus satélites europeos, y a su paradigma tropical, la dinastía cubana de los Castro. Son los mismos que armaron el saqueo de PLUNA, ANCAP, ALUR, Regasificadora, Aire Fresco, y ya nos iremos enterando cuántos más. Imaginen a estos nenes disponiendo de todo el poder del Estado para cruzar y manipular la información que circula en internet, pero también toda la que cuentan “en exclusiva”: DGI, BPS, BROU, BCU, registros públicos, padrones sociales, inteligencia militar y policial, información judicial, El Guardián, siguen firmas. Cuando me sumerjo en estas cavilaciones, me pregunto si lo mío es paranoia senil o en realidad hay que preocuparse. Y cuando emerjo, supongo que la verdad debe estar por el medio.

 

 

Columna publicada en Montevideo Portal.

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