4 octubre, 2024

La oposición

Por Miguel Manzi

Con frecuencia se escucha a gente que no milita en política, y que no mira con simpatía al gobierno, criticar a la oposición por dos motivos: (1) tibieza en sus posiciones adversas al oficialismo y (2) ausencia de propuestas alternativas. Tras el primer impulso del barrabrava que todos llevamos adentro (“¡Si no te gusta vení y hacelo vos!”), una réplica más pausada permite justipreciar las complejidades del tema.

Se aprecia su esfuerzo

Los espacios en que se puede desarrollar la oposición política no son infinitos: el parlamento, la prensa, las redes, la calle, el barrio, el comité (los que no somos totalitarios sino humanistas liberales, respetamos la autonomía de la acción gremial y la laicidad en las aulas; así nos va, pero así es, y está bien que sea así).

En el Parlamento, la oposición viene actuando con energía: en lo que va del año, han sido convocados a los plenarios o a comisiones los ministros de Interior, Defensa, Trabajo, Salud Pública, Educación, Desarrollo Social, Industria y Energía, Relaciones Exteriores; la actividad en este ámbito viene siendo muy intensa. Desde ya que los resultados en el corto plazo son mediocres, por cuenta de las mayorías oficialistas; pero el trabajo de control y denuncia se desarrolla con encomiable empeño y recia actitud, y habría de resonar en la conciencia de la ciudadanía. Muy notablemente, las crónicas de estos episodios parlamentarios, cuando alcanzan los medios, suelen estar encabezadas por los dichos de los ministros, no de los interpelantes.

Como prensa partidaria opositora solo califica El País, y cumple a rajatabla su misión a través de editoriales y columnas. En publicaciones digitales, destaco la presencia colorada a través del sostenido esfuerzo de Correo de los Viernes, Opinar y El Telescopio. En otra liga, anoto que en tertulias radiales y televisivas, tanto como en espacios para columnistas en medios independientes, alternamos francotiradores de varios pelos. En estos espacios la oposición no da ni pide cuartel, sino que dispara con municiones de grueso calibre. Bien que todo este despliegue resulta opacado por la abrumadora ventaja que exhibe el oficialismo en televisión: mediciones privadas establecen que el 85% del tiempo en informativos es ocupado por personajes del gobierno; en el mismo sentido, El Observador publicó hasta hace poco “las cinco personas más expuestas de la semana”, entre las que apenas una vez por semestre se cuela algún opositor. Al cabo, resulta que “Las tres familias”, dueñas de los canales de televisión abierta, demonizadas durante décadas por el Frente Amplio, terminaron siendo sus mejores amigos.

Las redes sociales exhiben buena presencia de dirigentes opositores pero, al menos por ahora, no mueven la aguja: según revela el “Perfil del internauta uruguayo”, que presenta anualmente el Grupo Radar, solo el 11% de los navegantes usa las redes para informarse o interactuar en materia política. Antes todavía, la evidencia empírica es terminante: los dos dirigentes más votados de este país, Mujica y Vázquez, no tienen cuentas en las redes; del otro lado, los dos dirigentes que más actividad registraron en las redes hasta la pasada campaña, Larrañaga y Bordaberry, no tuvieron éxito electoral.

Los partidos históricos no se manifiestan en la calle. Tampoco hay presencia permanente en los barrios. Las giras de los dirigentes más esforzados dejan en evidencia la voluntad de trabajo, tanto como el escaso interés que despiertan estas actividades (también le pasa al F.A., por cierto). Pero como quedó dicho, en todos los espacios posibles, la oposición se expresa con energía y sin timideces.

La fantasía de las propuestas

La otra crítica recurrente, es que la oposición no presenta propuestas/proyectos/planes alternativos. También falso. El esfuerzo programático se concentra en las campañas electorales, por más que nadie haya leído el plan “Asentamiento Cero” de Lacalle Pou, ni las “50 medidas para la seguridad” de Bordaberry. Entre elecciones, como es natural y lógico, se reacciona a las iniciativas del gobierno, que es el que marca la agenda. Aunque las iniciativas del gobierno no aguanten un soplido… Ahí están el tren de los pueblos libres, el puerto de aguas profundas, la minería a cielo abierto, la regasificadora, Alas-U, UPM II. Ahí está la educación, la salud, las carreteras, ¡la seguridad! Ocurre que formular una propuesta viabilizada requiere tiempo, dinero, esfuerzo, y un bien invalorable y esquivo, que es información, fidedigna, pertinente y suficiente. Véase ahora: si el gobierno nacional, con 310.000 funcionarios, toda el financiamiento, toda la información disponible y 12 años de ejercicio ininterrumpido, es incapaz de presentar una rendición de cuentas para más de un año (ni hablemos del gobierno de Montevideo, que tras 27 años es incapaz de levantar la basura), ¡¡qué se le puede pedir a la oposición!! No mucho más que lo que está haciendo. De repente, algo más de coordinación (la cuestión de los liderazgos es harina de otro costal).

¿Y entonces?

Quienes creemos que el ciclo frenteamplista está agotado y reseco, y que la permanencia en el poder de esta rosca y sus secuaces, tan insaciables como impúdicos, solo puede profundizar el daño ya inferido a la República, advertimos también que a la oposición todavía le falta “un vintén pal peso”. Pero recién estamos en la mitad del período de gobierno (aunque parezca una eternidad); al Frente le quedan muchos horrores por perpetrar, y a la oposición muchas oportunidades para ganar la confianza de la ciudadanía. Y a su tiempo, así como ahora se reclama una acción más vigorosa, será el momento de reclamar un electorado más lúcido.

 

Columna publicada en Montevideo Portal.

UA-78784837-1