El diario El País publicó ayer, jueves 11, una primera tanda de resultados de las pruebas PISA 2012. Como se sabe, esas pruebas son organizadas por la OCDE (Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos) y procuran medir los conocimientos adquiridos por adolescentes de entre 15 y 16 años en Matemática, Ciencia y Lectura, así como lo que los muchachos son capaces de hacer con esos conocimientos. Los países que participaron en la edición 2012 de estas pruebas trienales fueron, en total, 65: 34 miembros de la OCDE y 31 asociados a ella (entre estos últimos se cuenta Uruguay). Fueron evaluados unos 510.000 estudiantes, considerados representativos de 28 millones de ellos. PISA 2012 puso el foco en el aprendizaje de Matemática, sin perjuicio de abarcar también las otras áreas antes mencionadas.
Se reconocen seis niveles de conocimiento: el nivel 1 está por debajo de lo que se considera el mínimo aceptable, mientras que los niveles 5 y 6 corresponden a los mejores rendimientos.
PISA 2012 toma en cuenta también el contexto socioeconómico al que pertenecen los estudiantes, y relaciona los datos correspondientes a esta variable con los resultados obtenidos en las pruebas.
Para que cada país pueda entender mejor el significado de los resultados obtenidos por sus estudiantes en las pruebas 2012, PISA los compara con los alcanzados por los estudiantes de ese mismo país en las pruebas realizadas en el año 2003. De esa manera se puede saber no solo cómo está cada uno en relación a los demás, sino también cómo evolucionó cada país en la comparación consigo mismo.
Y bien: cualquiera sea el punto de vista que se elija, los resultados alcanzados por los estudiantes uruguayos deben calificarse de alarmantes.
En Matemática, el promedio de los países de la OCDE fue de 494 puntos; el de nuestros estudiantes fue de 409 puntos. Encabeza la tabla la ciudad de Shanghái (China) con 613 puntos. Entre 65 participantes quedamos en el lugar 55, por encima de Brasil y Argentina pero por debajo de Chile y México.
Quizás más importante que la comparación internacional sea el dato siguiente: el nivel de conocimiento demostrado por el 55,8% de los estudiantes uruguayos fue inferior al mínimo considerado aceptable, que es aquel que permite al estudiante extraer información relevante de una sola fuente y utilizar algoritmos básicos, fórmulas, procedimientos o convenciones para resolver problemas que contengan números enteros. Para el conjunto de los países participantes en la prueba, el promedio de estudiantes por debajo del nivel 2 (mínimo aceptable) fue del 32%.
Si vamos al otro extremo de la escala, correspondiente a los niveles de excelencia, encontramos que solo el 1,4% de los estudiantes uruguayos se ubica allí. El promedio, entre los países de la OCDE, fue del 12,6%.
Desde el punto de vista de la equidad en los resultados del aprendizaje tampoco se aprecian resultados alentadores para nuestro país: el 77% de los estudiantes provenientes de los estratos socioeconómicos bajos tuvo bajo rendimiento en las pruebas. El promedio, entre los miembros de la OCDE, fue del 37%.
El dato más desalentador —pero al mismo tiempo, el más desafiante— es el que se obtiene de la comparación con nosotros mismos, es decir, del cotejo entre los resultados obtenidos por los estudiantes uruguayos en las pruebas PISA 2012 y PISA 2003.
Ese cotejo demuestra que hubo deterioro, no mejora. Deterioro en el nivel de conocimientos, ya que el porcentaje de los que estuvieron por debajo del mínimo aceptable pasó del 48% en 2003, al 55,8 en el 2012. Y deterioro también -aunque moderado- en la equidad, a diferencia de lo sucedido en México, por ejemplo, donde ese indicador mejoró.
Si de Matemática pasamos a Ciencia o Lectura los resultados son más o menos similares; no hay nada para festejar.
Lo anterior es apenas un primer comentario, superficial y mínimo, de un informe que por su densidad y relevancia merece una consideración detenida. Vamos a promover que la Cámara de Diputados discuta este informe de la OCDE sobre los resultados de las pruebas PISA 2012, porque si queremos realmente mejorar la educación de nuestros jóvenes es preciso partir de un diagnóstico en el que todos coincidamos. Hoy por hoy esa coincidencia no existe. Mientras las autoridades dicen y repiten que la situación no es alarmante, e incluso que estamos mejorando, los resultados de las pruebas PISA dicen, con elocuencia, otra cosa. Urge un sinceramiento que llame las cosas por su nombre. Hay que decirle al país que venimos barranca abajo y que, si no reaccionamos, esa imagen de país culto en la que nos gusta vernos reflejados seguirá desdibujándose hasta desaparecer.
Columna publicada en Montevideo Portal.