La sociedad uruguaya enfrenta grandes desafíos. Tras diez años de crecimiento económico extraordinario la pobreza y la indigencia disminuyeron sensiblemente, pero el grueso de la población sigue estando lejos del bienestar.
De los 1.300.000 trabajadores registrados en la DGI, el 63% gana menos de los $23.800 a partir de los cuales se comienza a pagar el IRPF. A su vez, los que ganan más de $50.100 nominales y por ello serán alcanzados por el aumento de las tasas del IRPF anunciado por el gobierno, son aproximadamente 200.000. Todavía falta mucho para llegar a la prosperidad. Tenemos que saber que encontraremos grandes obstáculos en el camino hacia ella.
IMPORTANTE RETRASO EDUCATIVO
En la era de la globalización y la economía del conocimiento, la educación es la herramienta absolutamente indispensable para el ascenso social de las personas y el desarrollo de las sociedades. La educación uruguaya está en problemas, que se ubican principalmente en el segundo ciclo de la enseñanza: solo el 40% de los jóvenes uruguayos lo completa. En Chile ese porcentaje es el 80%; nuestra cifra es la peor de América del Sur. Obviamente, el bajo porcentaje de egresos del segundo ciclo de la enseñanza limita el acceso a las universidades u otros centros de educación terciaria.
En el plano de la calidad de los aprendizajes, las pruebas PISA han registrado claros retrocesos entre 2003 y 2012 (último año cuyos resultados conocemos). En 2012, el 56% de los alumnos uruguayos obtuvieron resultados situados por debajo del nivel de suficiencia. También se acusan retrocesos en el plano de la equidad: los resultados obtenidos por los alumnos provenientes de hogares más humildes, empeoraron más que los de los estratos de mayores ingresos.
DETERIORO DE LA CULTURA DE TRABAJO
El deterioro de la cultura del trabajo en amplios sectores de la fuerza laboral ha sido señalado por dirigentes sindicales, empresariales y del gobierno. El ausentismo laboral se hace sentir aun en ámbitos tan sensibles como la educación y la salud. Manifestación del mismo fenómeno es el abuso de las certificaciones médicas, con costos para el BPS que el año pasado superaron los US$ 200 millones.
EL RETORNO DE LA LEY DE LA SELVA
Se ha debilitado, en la conciencia de la sociedad uruguaya, esa regla básica de la convivencia entre iguales según la cual “el derecho de cada uno termina allí donde empieza el derecho de los demás”. Unos ocupan lugares de trabajo; otros bloquean el tránsito en el centro de Montevideo; otros dejan sin clases a centenares de miles de alumnos de todo el país, en respuesta a hechos ocasionales.
El desprecio por el Derecho es alentado por el Frente Amplio y sus principales figuras, que “se pasaron dos plebiscitos por las partes”, al decir de Fernández Huidobro, para sancionar una ley que fue declarada inconstitucional por la Suprema Corte de Justicia. José Mujica dijo que “lo político está por encima de lo jurídico” para justificar la suspensión de Paraguay y el ingreso de Venezuela al Mercosur.
El delito no ha parado de crecer, ni de hacerse cada vez más violento. En el 2015 los homicidios fueron 289, las rapiñas más de 21.000, los hurtos más de 100.000. El narcotráfico avanza y se instala en territorios donde la Policía no ingresa si no es con fuerzas de choque. Estos fenómenos delatan no solamente la ineficacia de la acción represiva, sino también el fracaso de políticas sociales asistencialistas que, pese a los años transcurridos desde su implantación, no alcanzaron los resultados esperados. Los disturbios en el barrio Marconi pusieron de manifiesto, una vez más, esta dura realidad.
UNA SOCIEDAD FRAGMENTADA Y MAL CONDUCIDA
La sociedad se fragmenta, lo que resquebraja la comunidad de principios y valores que hace posible la convivencia democrática y facilita el desarrollo económico y social. Es cierto que esto está ocurriendo prácticamente en todo el mundo; pero cada país debe hacer frente a sus problemas, y Uruguay debe encarar los suyos. No lo hará con éxito mientras algunos de sus gobernantes le nieguen valor al trabajo y al estudio; no lo hará, mientras la cúpula sindical y los sectores que conforman la mayoría del Frente Amplio sigan aferrados al dogma de la lucha de clases y vean a empresas y empresarios como enemigos con los que algún día habrá que ajustar cuentas. No es esta la ocasión para plantear medidas concretas, ni mucho menos para esbozar siquiera un plan de gobierno; pero es necesario reafirmar principios básicos que hacen a la identidad de la república y que son también las claves de su progreso.
EL IMPERIO DE LA LEY, NO LA LEY DE LA SELVA
La ley tiene que ser la regla de la convivencia. La vida de la gente no debe estar sujeta a la prepotencia de nadie, ni mucho menos a la acción de los delincuentes. Debe haber reglas que todos cumplamos; el Estado debe hacerlas cumplir y sancionar a quienes las hayan violado. Las mujeres, víctimas de la violencia machista que causa decenas de muertes cada año, deben ser especialmente protegidas. De la recuperación de la cultura de la legalidad dependen la seguridad y la tranquilidad de todos.
DECENCIA Y DECORO EN EL EJERCICIO DE LA FUNCIÓN PÚBLICA
Los gobernantes deben dar ejemplo de corrección y austeridad. No aceptamos la prédica demagógica de quienes despotrican contra “la clase política”, porque no hemos olvidado que esos ataques ambientaron el asalto a las instituciones de 1973. Pero exigimos que la dirigencia de los partidos se ubique a la altura de sus responsabilidades y predique con el ejemplo, demostrando contracción al trabajo, seriedad en las propuestas y honestidad más allá de toda sospecha.
LA EDUCACIÓN, PRIORIDAD NACIONAL
La educación debe ser la gran prioridad de la república. Hay que asignarle los recursos necesarios, exigiéndole al mismo tiempo que cambie lo que tenga que cambiar para que los jóvenes uruguayos que terminan el segundo ciclo de la enseñanza no sean, como hoy, el 40%, sino el 100%; para que el mayor número posible de esos jóvenes ingrese a las universidades o a otros centros de estudios de nivel terciario; para que todos aprendan inglés y usen con destreza las herramientas informáticas.
VALORAR AL TRABAJO Y A LOS BUENOS TRABAJADORES
No hay prosperidad ni bienestar sin trabajo. El trabajo es fundamental para la autoestima de las personas y para la vida de las familias; no hay plan social que pueda sustituirlo. Debe exaltarse el valor de la labor bien hecha, tanto en el sector privado como en el público. Los buenos trabajadores y los buenos funcionarios públicos, que los hay, deben ser reconocidos y estimulados. Las organizaciones sindicales deben ser respetadas y escuchadas en su defensa de los intereses de los trabajadores. Los Consejos de Salarios deben ser convocados regularmente, para que no se detengan el diálogo y la negociación entre el capital y el trabajo, con el arbitraje del Estado.
LOS EMPRESARIOS TAMBIÉN SON IMPORTANTES
La economía uruguaya es una economía capitalista, como la de la mayoría de los países del mundo. El capitalismo tiene sus reglas: requiere seguridad jurídica, respeto de la propiedad privada, cumplimiento de los contratos, libertad de empresa, funcionamiento abierto y transparente del mercado. La sociedad uruguaya debe valorar la labor del empresario, grande o chico, que con su iniciativa y a su riesgo crea riqueza y empleo y paga los impuestos que el Estado necesita para atender las necesidades de la población, financiar políticas sociales y redistribuir el ingreso a través del gasto público. No habrá una sociedad uruguaya próspera sin un empresariado innovador y pujante, que se sienta respetado en sus derechos y reconocido por la función insustituible que cumple en la vida económica del país.
LA REFORMA DEL ESTADO, TAREA PENDIENTE
El Estado tiene una misión irrenunciable que cumplir, también en esta etapa de nuestra historia. No creemos en el “Estado mínimo” que se repliega y deja a las sociedades a merced de los poderes fácticos de cualquier tipo. Queremos que el Estado asuma la difícil tarea de conectar inteligentemente al país con la globalización en curso, amortiguando sus impactos negativos, ampliando el acceso a sus beneficios y procurando mantener la cohesión social en el torbellino de los cambios. El Estado uruguayo, hoy, está lejos de poder cumplir esa misión; debemos admitirlo. La gran reforma que el Frente Amplio anunció que sería “la madre” de todas las demás reformas, nunca se concretó. Hay que repensar y reformar realmente al Estado, no para desmantelarlo, pero sí para frenar los abusos de la burocracia en perjuicio del ciudadano común y poner coto al despilfarro, a la ineficiencia y a la incompetencia que tanto daño nos hacen a todos.
LA APERTURA AL MUNDO, DESTINO MANIFIESTO
El Uruguay no tiene más alternativa que abrirse al mundo; nuestra pequeñez demográfica -no territorial- nos libera de cualquier duda al respecto. Nuestra política exterior debe ser fiel a los principios y valores que constituyen el aporte de Occidente a la civilización global: el apego al Derecho Internacional y la defensa de la democracia y los derechos humanos. Una buena inserción económica internacional es clave para nuestro desarrollo. Un cuarto de siglo después de su creación por el Tratado de Asunción, el Mercosur no ha satisfecho las expectativas que generó; no funcionó a cabalidad como zona de libre comercio, ni como unión aduanera, ni mucho menos como plataforma para negociar acuerdos comerciales con otros bloques o países. Urge corregir el rumbo.
“UN PEQUEÑO PAÍS MODELO”
No renunciamos a la aspiración de llegar a ser “un pequeño país modelo”. Modelo por la estabilidad de sus instituciones, democráticas y laicas; por la educación de su gente; por su permanente búsqueda de más justicia social, en un clima de libertad y tolerancia; por la pujanza de su economía; por el cuidado del medio ambiente y la adquisición de una nueva sensibilidad hacia los animales; por la coexistencia fecunda de nuestra cultura popular y las más altas manifestaciones de la cultura universal.
REAFIRMACIÓN COLORADA Y BATLLISTA
Creemos en los partidos políticos como herramientas insustituibles para la construcción democrática. Y nos sentimos orgullosamente parte de la tradición colorada en la que arraigó el Batllismo, ideal de permanente superación. Sentimos la vocación y el deber de honrar los 180 años de fecunda historia del Partido Colorado, redoblando esfuerzos para liderar un proceso de cambios internos, disputar la mayoría partidaria y acercar de nuevo a nuestra colectividad a las responsabilidades de gobierno.
Sabemos que el camino para alcanzar nuestras aspiraciones está erizado de dificultades, y decidimos unirnos para avanzar juntos.
Seguimos creyendo que, como lo diría Batlle hoy, siempre hay un camino bueno para todas las personas de buena y fuerte voluntad.