Cuando comenzaba a divisarse en el horizonte la apertura democrática, despuntaban los años 80 del siglo pasado y se producía aquel extraordinario acontecimiento referencial que fue el Plebiscito del NO. Irrumpió una camada generacional, en torno a la figura señera de Enrique Tarigo, a la que alguno de nosotros pertenecemos -con notoria relevancia unos y casi ínfima otros, pero con igual ilusión todos- que venía a remozar, a aggiornar se decía entonces, el Batllismo.
De ese impulso generacional emergió -reconocido por muchos que venían de antes- el mejor Partido Colorado del último medio siglo.
Pero los pueblos cambian y los tiempos cambian. El transcurrir no es por cierto, un movimiento aparente, ocioso, una secuencia infecunda que apenas consigue alterar algunos aspectos de la escena.
Cada tiempo deja su sello en la piel de los países, deja holladuras inconfundibles que en nuestro caso, habrá que retomar ahora. Porque la montañas siguen estando allí, enhiestas y arrogantes. Y como certeramente, lo dejó plasmado Casaravilla en nuestro himno partidario: Siempre claras, luminosas y más altas cumbres hay.
Siendo así, el cometido no es otro, que volver a empuñar el arado, con la fe del labrador en la siembra, a aguardar el provecho de su afán.
Advertidos por el bardo italiano(1), que La constancia es la virtud por la que todas las cosas dan sus frutos. Y sumergidos en este particular instante de la vida del Partido, debemos empezar por admitir la sentencia del ensayista escocés(2) Nuestra mayor gloria no está en no haber caído nunca, sino en levantarnos cada vez que caemos.
Hacer Política.
De ahí en más, definido el objetivo, la puesta en escena supone entrar en acción: hacer política.
Vimos antes la importancia vital que Don Pepe Batlle atribuyó a las comunicaciones, para la consecución de su modélica obra de gobierno. Y en ese sentido debemos aplicarnos a la acción.
-¿Es acaso que los colorados y en particular los batllistas de hoy, no comunicamos?
-Sí, lo hacemos, pero no bien.
Pedro Grullo -ese personaje paremiológico que habrá existido o no, que dio origen a las célebres perogrulladas que todos conocemos- habría dicho sin duda, que hacer política es comunicar sí, pero bien, y creo que en nuestro caso habría tenido razón.
Seguramente en la actualidad no basta, aún si volviéramos a tener el diario de papel y la radio, para comunicar bien.
La variada gama de recursos tecnológicos que el progreso ha puesto en nuestras manos para la vida cotidiana. Las vías y soportes utilizados -ya por todos- en nuestro día a día, deberán ser las hábiles herramientas de las que habrá que valerse intensamente, para alcanzar los resultados que nos vienen siendo esquivos.
Contamos para ello con un gran activo: la enorme mayoría de la sociedad uruguaya reconoce su fidelidad al ideario batllista.
Escuchar la voz de la gente.
No es que nada se haya hecho en el sentido correcto, pero aún es insuficiente. Es fundamental comenzar por acertar en la búsqueda de los instrumentos para conectar con la gente.
Elegidos entonces, los medios conductores y constructores de comunicación, el objeto primordial deberá ser dar voz a la gente y defender sus necesidades. Estableciendo encuentros y convergencias con abundante información, clara y bien implementada, que permita que se conozca de manera eficaz, que es lo que se está haciendo.
Es necesario tener en cuenta que Internet, el gran soporte digital de comunicación y de participación, o más precisamente la pantalla, conlleva un riesgo que no se puede ignorar: ser percibida sólo como un proceso virtual. Por lo que deberán ofrecerse garantías a la gente, de que se trata de una práctica con resultados reales y tangibles.
Los mecanismos de coordinación y de comunicación horizontal deberán permitir la creación de un complejo sistema de redes, que viabilice con facilidad la participación, para la toma de decisiones y para la implementación de propuestas, desde un plano lo más cercano posible a la propia gente.
Para que se asuma que existe capacidad, no sólo de informarse sino también de incidir, de impulsar y de construir propuestas, en espacios que deberán configurarse. Enseñando a conocer, las posibilidades de involucrarse en la dinámica partidaria y las herramientas que pone a su alcance el Partido para escuchar la voz de la gente.
La Historia de las Asambleas es la Historia de la Libertad.
Esta actividad en red que funciona cultivando y alentando la participación, supone la creación de un nuevo paradigma en el proceso de construcción política. Es la búsqueda de complicidad con la masa de adherentes, mediante un diálogo estructurado y permanente.
Diálogo que deberá quedar explícitamente formulado como hoja de ruta, para los trabajos de la Convención partidaria, donde finalmente habrá de coronarse el esfuerzo militante. Persuadidos de que la historia de las asambleas es la historia de la Libertad.
Confiados en los resultados de una política comunicacional así pergeñada, que persevere en estos fundamentos, habremos creado el interés para que la gente se pueda sentir identificada con los distintos sectores del Partido. Y más aún, con las causas reivindicativas que van a ir surgiendo a medida que se produzca la reactivación imprescindible.
Sin perder de vista que el trato personal es y seguirá siendo irremplazable.
Se trata a la postre, de vencer los abismos existentes entre el partido y la gente. De implementar un modelo dispuesto con empeño y porfía, a abrirse a los ciudadanos de a pie. Qué asienta sus reales en un estilo verdadero de participación y de debate.
(1) Arthur Graf, poeta italiano, de ascendencia alemana, (1848 – 1913).
(2) Thomas Carlyle, historiador escocés, (1795 – 1881).