Yo estoy como el tipo del cuento que se mete a contramano en la autopista: creo que todos los demás están equivocados… En efecto, tras los resultados de las Departamentales 2015, nadie da un cobre por la Concertación en Montevideo, pero yo creo que se debe insistir. Repasemos sumarísimamente su pequeña historia:
El Partido de la Concertación es producto del Acuerdo por Montevideo, que signaron las autoridades del Partido Nacional y del Partido Colorado (en nuestro caso, ratificado por la Convención), para comparecer bajo un mismo lema en las Departamentales capitalinas, manteniendo las identidades partidarias. Por diseño, bajo la Concertación acumularían sus votos un candidato blanco, un candidato colorado y, como la legislación lo permite, un tercer candidato. Ese tercer lugar estaba naturalmente reservado para el candidato del Partido Independiente, pero esta colectividad no aceptó el envite, apostando al perfil que le da nombre. Así, el espacio fue ocupado por Edgardo Novick, próspero empresario vinculado a las campañas de Jorge Batlle primero y de Lacalle Herrera después, cuya incorporación fue facilitada por la dirigencia del Partido Colorado (hasta el día de hoy, el testaferro de Pedro Bordaberry en la Secretaría General del Partido, Germán Cardoso, sigue coqueteando con el exitoso outsider). La coalición departamental debía erigirse en alternativa a la holgada mayoría frenteamplista de las últimas 5 elecciones. Para eso, era necesario armar una propuesta seria, que incluyera candidatos sólidos, acuerdos programáticos explícitos, y acciones de campaña coordinadas. Nada de eso ocurrió. Nada, de nada, de nada. En cambio, acuñamos una patética acumulación de errores y torpezas políticas, que dieron por tierra con las razonables expectativas de muchos ciudadanos. En términos generales, las dirigencias blancas y coloradas no estuvieron a la altura del desafío; les quedó grande. Al cabo, la nueva coalición votó apenas por debajo del acumulado histórico de los partidos coaligados, pero el que juntó los votos fue Novick, y las convocatorias blanca y colorada fueron un fracaso. Sin embargo, creo que no se puede, que no es intelectualmente honesto, juzgar a la Concertación por su desempeño en 2015, sin ponderar la sucesión de burradas que, por acción u omisión de sus dirigencias, pautaron la comparecencia de blancos y colorados. Tampoco se puede afirmar que, si tal cosa o tal otra se hubieran hecho de distinto modo, el resultado hubiera sido otro (eso es ucronía, recurso reservado a la novela). Lo que se puede hacer, en cambio, es probar de nuevo. La especulación, pues, debería orientarse a determinar si en la próxima seríamos capaces de hacerlo mejor.
LO DEPARTAMENTAL ES DE SEGUNDA
Algunos amigos dicen que un obstáculo insuperable para el prolijo armado del muñeco, es el orden del calendario electoral, con las nacionales antes que las departamentales, bloqueándolas y condicionándolas. Este argumento, siendo en parte verdad, revela también una general alienación con la reforma electoral/constitucional del 96, tanto como la sempiterna minusvalía que la dirigencia capitalina le asigna a lo departamental. Pero por lo que tenga de verdad, y porque la dirigencia nacional es decisiva a la hora de definir las cuestiones capitalinas (como para su desgracia lo demostró en el pasado), no podemos esquivar el bulto y hemos de considerar lo nacional (que por otra parte se viene al galope, como deja en evidencia cualquier recorrida por la prensa) (este gobierno se va a hacer interminable, como lo fue el de Mujica; presidentes rendidos). Aventuremos, pues, algunas hipótesis nacionales, vinculándolas con nuestra preocupación departamental.
El Partido Nacional. Aquí parece clarito: con dos liderazgos marcados, la única duda es si Larrañaga junta ánimos para disputarle la interna a Lacalle Pou. Respecto a la Concertación, Larrañaga se resistió hasta último momento, pero finalmente acompañó la iniciativa. Lacalle Pou, por su parte, ya candidato único de su partido, cometió a mi juicio (y a estar por los resultados, también a juicio de la ciudadanía) el grueso error de “bajarle el dedo” a Gandini como candidato a intendente del Partido Nacional. Una tosca lectura del resultado de la interna, estimuló a Lacalle Pou a “ir por todo”, y promover candidatos de su simpatía. Si Gandini estuviera dispuesto a tomar una vez más la bandera montevideana, ahora sí, nadie podría disputarle la derecha, y no dudo que sería un excelente candidato. En contra de la Concertación, persiste el indómito resentimiento que transpiran algunos dirigentes blancos contra el PC; a favor, la evidencia de que sin Concertación el PN seguirá mirando a Montevideo con la ñata contra el vidrio.
El Frente Amplio. La coalición tradicional enfrenta una crisis de liderazgos cuya solución no está a la vista. Los tres gerontes no puede endosarle los votos a nadie, ni tienen a quién. Las figuritas emergentes no dan la talla: Martínez, Xavier, Sánchez, Bergara, Ferreri, García, Miranda (Sendic está buscando el título). En tal situación, gana terreno la hipótesis de una “remake” de la interna Mujica-Astori. Patético pero posible. La candidatura montevideana dependerá de los equilibrios internos; pero quien resulte ungido no se salvará de la herencia recontramaldita de los 30 años ininterrumpidos de gobierno departamental, y todo hecho una mugre. Creyendo como creo que la intendencia Martínez no va a cambiar nada, la oportunidad para la Concertación seguirá presente.
El Partido Colorado. En reciente columna de Búsqueda, Luis Eduardo González afirma que “las encuestas sugieren que hoy las dos figuras que más chances tendrían como precandidatos (del PC) serían Bordaberry y Novick”. No da el espacio para extenderme, pero parece evidente que esa oferta nos recluiría inequívocamente en el rincón derecho del sistema, confirmando el extrañamiento de quienes nos identificamos con el centro izquierda (en nuestra tradición: batllistas), tanto como impidiendo cualquier guiño a los desencantados del FA (la gran cantera electoral). Ante escenario tan lúgubre, hoy se especula con 3 alternativas: por un lado, el reagrupamiento de todos los sectores que se sienten parte de aquella tradición batllista, para alentar la expectativa de ganar la interna y recobrar la dirección partidaria. Otros correligionarios, considerando la eventualidad de Mujica candidato, proclaman que la única contención posible, para el partido y para el país, sería reclamarle a Don Julio Sanguinetti el infinito sacrificio de una última campaña. Finalmente, es pública la exploración de opciones inéditas como el “polo socialdemócrata” que ha propuesto Mieres. Si tantas son las incógnitas para lo nacional, los horizontes departamentales efectivamente están muy lejos. Pero en situación tan comprometida como la que atraviesa el Partido Colorado, la opción concertante en Montevideo debería figurar bien arriba en cualquier escenario.
¿ENTONCES QUÉ HACEMOS?
El futuro de la Concertación en MVD está abierto. Creo que las razones que la justificaron en 2015 siguen vigentes hoy y lo seguirán en 2020. El pésimo resultado de la primera experiencia no puede juzgarse sin ponderar los gruesos errores y omisiones cometidos por la dirigencia nacional de los partidos coaligados, PC y PN. Un relanzamiento de la Concertación en MVD deberá recuperar las exigencias originales, que incluyen candidatos sólidos, acuerdos programáticos explícitos, y acciones de campaña coordinadas. Un candidato del PI sigue siendo la primera y mejor opción para ocupar el tercer lugar que habilita la legislación electoral (Novick se autoexcluyó; nunca coordinó nada, y ahora quiere ser presidente); la Concertación en MVD incluyendo al PI, sería más o menos socialdemócrata, pero seguro que sería polo (todo de golpe no se puede…). A falta de instrumentos formales, la eterna subordinación de lo departamental frente a lo nacional, deberá salvarse a fuerza de talento político (y como está visto que no sobra, todos tendremos que hacer un esfuerzo adicional…). Vamos por esa.
Columna publicada en Montevideo Portal.