Como queda en evidencia repasando recientes reportajes y columnas de opinión, en todas las tiendas (especialmente en el Frente Amplio) ya suenan tambores de campaña electoral. Siendo que corre apenas un año y medio de este período, y que faltan tres para las próximas elecciones, ¿a qué se debe tal esquizofrenia de políticos y analistas? Yo digo que al temprano agotamiento de este gobierno, que no va para ningún lado, que flota a la deriva, que cobra al grito, que no tiene nada que decir, que no tiene agenda. Al frente de un gabinete de enemigos, donde cada cual tira para su lado, con gente que destaca por su mediocridad y torpeza, hay un presidente envejecido, rendido, sin liderazgo y sin ideas, que renunció a gobernar y apenas hace la plancha. Mujica nos aturdía con sus bolazos semanales; Vázquez nos aletarga con sus silencios estratégicos. La especulación electoral, en estas circunstancias, es una expresión de deseos: que este gobierno termine pronto.
Puro eslogan
En su primera presidencia, Vázquez anunció que ejecutaría “la madre de todas las reformas”, la reforma del estado: al cabo de diez años, había 60 mil funcionarios más. En su segunda presidencia, nos dijo que iba a “cambiar el ADN de la educación”: pero los gremios lo mandaron callar y ahora usa a los escolares de escudo humano. Hace rato que no se le escucha decir “que paguen más los que tienen más” (tal era el cenit de su pensamiento económico). Sospecho que también ha perdido vigencia el eje de su visión internacional y de la inserción del país en el mundo: “más y mejor Mercosur”. Empezamos a enterarnos que no se puede gobernar a puro eslogan. Y así con todo: el Fonasa está desfinanciado, el Mides no aguanta una evaluación, ANCAP sigue fabricando perfumes, AFE no se encarrila, OSE llegó al límite de sus capacidades de mantenimiento, el PIT-CNT propone proyectos para que financie el Fondes mientras ALAS-U reza por un comprador, carreteras no hay porque PPPs tampoco, de la seguridad ahora se encarga la oposición (compraron el paquete con todo y Novick); Vázquez dice que estaba en contra de las AFAP, pero no dice que pidió el default en 2002. ¿Cómo sigue este gobierno? ¿Qué planes y proyectos tiene preparados? ¿Qué políticas implementará? ¿En qué áreas habrá progresos? ¡¿Todas las fichas a la pastera nueva?!
Tenemos razón
La semana pasada se publicó que uno de cada cuatro niños uruguayos nace en la pobreza. Con la educación tal como está, nacen también sin esperanza. La marginalidad y la fractura social ya están aquí; y por si algún detalle faltaba, el Latinobarómetro 2016 reveló que el apoyo a la democracia en Uruguay bajó 8 puntos respecto al año pasado. El ciclo frenteamplista, los quince años en el gobierno nacional que completará la coalición de izquierdas con mayorías radicales (compartiendo el poder con intelectuales a sueldo y dirigentes sindicales que promueven la lucha de clases), le van a dejar al país una herencia cien veces maldita, que llevará generaciones descontar. La temprana efervescencia electoral que nos inunda es la respuesta al vacío que deja este gobierno, pero también al sentimiento de emergencia nacional que viene ganando espacio en el espíritu público. Tal emergencia obliga a un esfuerzo superior y distinto al habitual, asumiendo riesgos y renunciando a rutinas, aventurándose a construir alternativas sólidas y atractivas a la vez. Tiene razón Larrañaga cuando dice que la oposición debe articular propuestas. Tiene razón Mieres cuando dice que hay que afinar la agenda socialdemócrata. Tienen razón Pasquet y Viera cuando dicen que deben reagruparse los sectores batllistas del PC. Hasta tengo razón yo cuando digo que hay que insistir con la Concertación en Montevideo. Tenemos la obligación de explorar todos los caminos para remover esta lápida que nos impide avanzar hacia un futuro más libre, más justo y más próspero. Tenemos la obligación de ofrecerle algo mejor a la ciudadanía. Y tenemos la obligación de ganar.