El gobierno ha puesto sobre el tapete la cuestión de la reforma de la llamada “Caja Militar”.
Aunque se aclaró desde el primer momento que no se afectarán los derechos adquiridos por quienes ya gozan de sus jubilaciones o pensiones, la alarma cundió, como es comprensible, entre los uniformados. Quienes están en actividad, sin perspectivas de jubilarse a corto plazo, se preguntan en qué situación se encontrarán a la hora del retiro. Y quienes piensan en las Fuerzas Armadas como institución necesaria del Estado, se preocupan por la pérdida de uno de los pocos atractivos que presenta el ingreso a aquellas; si los sueldos son malos y además la jubilación deja de ser buena, nadie que pueda ganarse la vida de otra manera optará por la carrera militar.
Los retirados comenzaron a hacer oír su voz de protesta, y la ciudadanía la escucha con la predisposición favorable con la que la sociedad uruguaya considera, en general, los planteos que vienen de las clases pasivas. “La pasividad, destino de todos”, se llamaba una página que el diario El Día dedicaba semanalmente a estos temas y que escribía nuestro siempre recordado amigo Jaime Edelman. Los uruguayos tenemos grabado a fuego el concepto, casi desde la escuela, y cuando vemos que se afilan las tijeras para recortar los mal llamados “beneficios jubilatorios” -no son beneficios, sino derechos- tendemos a solidarizarnos automáticamente con los involuntarios candidatos a sufrir el tijeretazo.
En estas circunstancias, el semanario Brecha anunció el viernes pasado que de los archivos que guardaba en su casa un coronel recientemente fallecido, resultaría que desde 1985 (año del restablecimiento democrático) hasta el 2009 o 2010, por lo menos, las Fuerzas Armadas no han dejado de espiar a dirigentes políticos de todos los sectores y partidos. Inmediatamente, algunos grupos políticos anunciaron que promoverán la formación de una Comisión Investigadora en el Parlamento para conocer la verdad sobre el asunto.
Cuando parecía que, por cumplir funciones muy valoradas por la sociedad, como la asistencia a los damnificados por inundaciones y tornados, las Fuerzas Armadas comenzaban a recuperar el prestigio perdido durante la dictadura, la denuncia de espionaje vuelve a ponerlas en la picota. Esto sucede en el mismo momento en que el gobierno prepara la arremetida contra las jubilaciones militares.
Por eso, lo del título.