Profundo pesar causó la muerte de Luis Eduardo González, “el Sordo”, ocurrida el pasado sábado.
Además de su alto nivel académico y profesional, sin parangón en nuestro medio como con hidalguía lo señaló el Ing. Juan Carlos Doyenart, Luis Eduardo González exhibió una calidad humana superior: sencillo, sin afectación de especie alguna, exponía los resultados de sus encuestas e investigaciones con la misma humildad con la que reconoció sus errores en las contadas ocasiones en que los cometió.
Sobrellevó su sordera profunda con dignidad y coraje: no permitió que esa discapacidad le impidiera obtener su doctorado en una universidad angloparlante (¡menuda hazaña!), ni aparecer regularmente en programas de televisión.
En cada ciclo electoral de los últimos veinticinco o treinta años, su figura ocupó el lugar central del gurú a quien todos consultan y escuchan. En las tensas vigilias de escrutinio, mientras no hablaba el Sordo no estaba dicha la última palabra.
En el trato personal era suave y afable; matizaba sus comentarios con chispazos de humor inteligente, nunca ofensivo.
Se fue un hombre inteligente, sabio y bondadoso; se fue un hombre superior.
A Adriana Raga, su esposa, a sus hijas y a todo el equipo que trabajó con él, nuestro muy sentido pésame.
Lo vamos a extrañar.