29 marzo, 2024

Debe renunciar

Por Ope Pasquet

A quien haya escuchado la conversación telefónica entre la periodista de El Observador, Patricia Madrid, y el Vicepresidente de la República, Raúl Sendic, no puede quedarle duda alguna: Sendic nunca se graduó de licenciado en genética humana. En doce minutos de preguntas y respuestas (la grabación podía escucharse hasta ayer, por lo menos, en www.elobservador.com.uy), queda perfectamente claro que los estudios que Sendic pretende haber realizado en esa materia se limitaron a un curso rápido (un año) de preparación para la docencia. Cuando la periodista le señala que los años de estudio para obtener una licenciatura son normalmente cuatro, Sendic responde (y repite): «Yo no lo hice». Luego Madrid pregunta por qué, si no es licenciado, permite Sendic que se le dé el trato de tal desde hace años, incluso en ámbitos oficiales. Sendic contesta: «¿Y a dónde quiere que lo aclare?».

La respuesta es reveladora. De haberse graduado realmente, aunque fuera al cabo de un año de estudios que le hubiesen valido una licenciatura «sui generis», Sendic hubiese respondido que no tiene por qué corregir el trato de «licenciado» que se le dispensa, porque en la hipótesis planteada efectivamente lo sería. Pero su respuesta admite implícitamente que el trato es indebido, es decir, admite que no es correcto que se le presente como «licenciado», y se limita a explicar que no aclaró su «status» académico, por así decirlo, porque no encontró la manera de hacerlo. Si no es correcto que se le llame «licenciado», es obviamente porque no lo es; porque no se graduó; porque no tiene el título. Más claro, echarle agua. Es una confesión.

Sendic confesó que no es licenciado en el curso de una conversación telefónica de más de doce minutos de duración, en la que tuvo todas las posibilidades para hacer las aclaraciones y precisiones que estimase pertinentes. No es un niño, ni un joven inexperto a quien se le haya sonsacado una frase infeliz en un momento de apresuramiento o confusión. No es creíble Sendic, por lo tanto, cuando después de la publicación de esa conversación por El Observador, afirma lacónicamente que sí tiene el título de licenciado, en el tramo final y breve de una seudoconferencia de prensa en la que no aceptó preguntas de los periodistas, ni ofreció explicaciones de la flagrante contradicción consigo mismo en la que incurrió.

No es creíble la retractación sin fundamentos, ni será creíble tampoco documento alguno que venga de Cuba cualquier día de estos, a pedido del Vicepresidente que tiene vínculos tan estrechos y de tan larga data con la dictadura de los Castro. Si pide que certifiquen que es astronauta, lo harán.

El Vicepresidente de la República, pues, ha estado faltando a la verdad durante años. Si en su día el Poder Ejecutivo pidió la venia del Senado para designarlo presidente del Directorio de Ancap, presentando un «currículum vitae» del candidato según el cual es licenciado en genética, no habrá sido porque a algún burócrata distraído se le ocurrió llamarlo así, sino porque el propio Sendic se arrogó esa calidad. Si la página web de su propia lista, la 711, dice que es licenciado y que se graduó con medalla de oro, no habrá sido sin que él lo supiera y aceptara, tácitamente por lo menos.

El problema no es, obviamente, que Sendic no tenga un título universitario; en este país no es necesario tenerlo para ocupar cargos de representación política. El problema es que Sendic dijo tenerlo, cuando no era cierto. El problema no es que Sendic no sea licenciado; el problema es que mintió, y no por cierto en una ocasión aislada: mantuvo la impostura de su título académico durante años, hasta que una investigación periodística la derribó.

Puede entenderse que los hechos tienen apariencia delictiva. El delito que pudiera considerarse configurado sería el de usurpación de títulos (artículo 167 del Código Penal), que se castiga con pena de multa. Se trata pues de un delito leve, que no daría mérito a la promoción de un juicio político (para esto se requiere que haya habido «violación de la Constitución u otros delitos graves» (artículo 93 de la Constitución). Sería inconducente pues -a mi juicio- la denuncia penal.

El tema aquí es ético; no jurídico, ni partidario, ni ideológico. ¿Qué valor le asignamos a la verdad? ¿Le exigimos veracidad a los gobernantes, o tanto nos da que nos mientan si eso no nos perjudica directa y personalmente? ¿Una victoria electoral convalida una mentira? ¿Podemos confiar en el gobernante que ha mentido?

Son preguntas que tenemos que hacernos todos, para saber en qué sociedad estamos viviendo.

Yo entiendo que quienes ocupan por voluntad del pueblo los más altos cargos de la República, deben observar una conducta pública intachable. No cumple con ese deber quien durante años se presenta ante la ciudadanía -y ante el Senado, que dos veces le dio la venia para ir a Ancap- ostentando un título académico que no le corresponde, y luego, enfrentado a su responsabilidad, no la asume, sino que pretende eludirla con otras mentiras.

Estimo por lo tanto que Raúl Sendic debe renunciar a su cargo. Que siguiera adelante como si nada hubiera pasado, cubierto apenas con la hoja de parra de un certificado expedido por la dictadura cubana, dañaría gravemente la confianza pública en los gobernantes, que es la verdadera base de sustentación de las instituciones democráticas.

 

Columna publicada en Montevideo Portal.

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