El editorial del diario El País del lunes 27 de marzo propone volver a reflexionar sobre lo que fue la Concertación en Montevideo. La propuesta parece más que pertinente. Estando la ciudad como está -sucia, congestionada, endeudada-, el Intendente Daniel Martínez goza de gran popularidad y de un índice de aprobación de su gestión que ronda el 50%. Ante esta realidad, es claro que los partidos de oposición tienen que optar entre sumar fuerzas, o resignarse de antemano a que el Frente Amplio vuelva a ganar la Intendencia de Montevideo, aunque sea con otra heladera como candidata.
Es cierto que la experiencia del Partido de la Concertación, en la elección departamental del año 2015, no fue buena para el Partido Colorado ni para el Partido Nacional. Los colorados nos quedamos, por primera vez en la historia, sin representación en la Junta Departamental de Montevideo. El Partido Nacional vio como su candidato perdió por amplio margen frente al recién llegado Edgardo Novick. Pese a la mala performance de los partidos históricos, empero, el Partido de la Concertación obtuvo casi la misma cantidad de votos que obtuvieron aquellos, sumados, en la elección departamental anterior. Súmese a lo anterior que, Partido de la Concertación mediante, la oposición ganó la alcaldía en los Municipios CH y E, lo que no había podido hacer en el 2010. Estos datos son muy importantes y revelan por sí solos el potencial de la única innovación electoral que hasta ahora se ha planteado para desafiar la hegemonía frenteamplista en la capital de la república.
A nuestro juicio, el camino es claro. No hay que resignarse a seguir perdiendo con el FA en Montevideo. Hay que construir alternativas políticas, y la Concertación es una buena muestra de lo que se puede hacer y lograr con un poco de esfuerzo e imaginación. Si aumentamos el esfuerzo y le agregamos algo de tino en la conducción política -algo, aunque sea un poquito, nada más…-, podríamos trocar la derrota segura por el triunfo probable de aquí al 2020. Vale la pena intentarlo.